Escrito por:
Jacobo Solano Cerchiaro
Columna: Opinión
e-mail: jacobosolanoc@hotmail.com
Twitter: @JacoboSolanoC
El pasado viernes, en Valledupar, en el marco del foro ‘Hacia el fin del conflicto’, se dio un encuentro que es necesario analizar con detenimiento por lo que representa para el futuro de la región en temas de paz y reconciliación; el abrazo entre Jaime Palmera, hermano de Simón Trinidad y Rodrigo Tovar, hijo de Jorge 40, un momento con un especial carácter simbólico, aunque muchos quieran minimizarlo,
Este abrazo, es un llamado para la sociedad, más para la elite vallenata, la cual ha vivido en un espejismo de bienestar, cimentado en la envidia, la exclusión y lleno de vacíos intelectuales, que han impedido el desarrollo y la verdadera civilización; la política, que tiene como principio cubrir la necesidad humana de organizar la vida social y los gobiernos, fue empleada para buscar reconocimiento social y beneficios económicos, la mayoría de nuestros “lideres”, los de ayer y los de hoy, terminaron sancionados y condenados, lo que demuestra que no estuvieron a la altura de las circunstancias, algo que también contribuyó a esta espiral de violencia que no ha parado. Me reconforta algo que dijo Humberto de la Calle, un tipo interesante y el gran articulador de todo este movimiento de paz, “la política va a mejorar, habrá más debate, la opinión será más abierta con más garantías electorales” y eso sí que se necesita en la región, donde seguimos tomados por poderes económicos que no permiten el disenso y menos el acceso a las políticas del Estado para generar equidad, El Cesar y La Guajira, son prácticamente repúblicas independientes, manejada por mafias políticas que se han repartido alarmantes cantidades de dinero y ponen a dedo a sus sucesores, si el nuevo escenario de paz permite que eso cambie, será un gran avance.
Lo que plantean Jaime y Rodrigo, es un desafío de futuro y no de pasado, ellos no eligieron la guerra que iniciaron sus familiares, pero están dando un gran paso para que esa sed de venganza termine. Mucha de la gente que sufrió los rigores de la guerra, no perdona, pero solo tienen dos caminos para elegir: vivir con esa condena que no permite avanzar o recuperarse y dar un paso adelante para construir una mejor vida. Es cierto que el proceso está lleno de vicios, errores y concesiones, que Santos tiene el país manga por hombro y que tiene ambiciones políticas, pero al parecer, por lo que indagué, hacer una paz con las Farc con más justicia, verdad y reparación, era imposible; estoy de acuerdo con lo que planteó Alan Jara, ex gobernador del Meta, “hay que pensar hacia adelante y no quedarse en el victimario”, también con la apreciación de Andrea Ovalle, alcaldesa de La Paz, en su magnífico discurso. La sociedad de la región merece una reingeniería de pensamiento y comenzar a cicatrizar viejas heridas y estos abrazos reconfortan para pensar que si es posible vivir mejor y en armonía. @JACOBOSOLANOC