¿Y la Reforma Tributaria?

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El Pájaro de Perogrullo

El Pájaro de Perogrullo

Columna: Opinión

e-mail: jplievano@outlook.com



Y ahora que todas las baterías del Gobierno están enfiladas al plebiscito de los acuerdos de La Habana, parece que la Reforma Tributaria quedó en el congelador. No obstante, esto es una mera apariencia.

Los vientos y rumores indican que el Gobierno la viene preparando. Simplemente, no ha hecho público su contenido por temor a que ella, por la carga tributaria que se prevé incrementará, entorpezca la campaña del sí. La política y los cálculos del Gobierno están claros: tratar de negar lo mal que va la economía, usando propaganda y registros macroeconómicos parciales, y evitar la discusión de la reforma tributaria hasta que salga lo del plebiscito.

Los asesores presidenciales, seguramente, han manifestado esto y el Presidente, irresponsablemente, les ha cogido la caña. No obstante, las calificadoras internacionales, que califican el riesgo soberano del país, han indicado que éste tiene perspectivas negativas, dada cuenta la baja de los precios del petróleo y, por ello, el recorte sustancial de los ingresos.

Por esto, los expertos han indicado la necesidad imperiosa de realizar una reforma tributaria. Todo parece indicar que, como siempre, la reforma será “socializada”, es decir puesta al conocimiento y al debate público, unas pocas semanas antes del final del año. Algunos dicen que no será una Reforma Tributaria Integral, como lo han solicitado algunos expertos y en general las empresas. Esta Reforma Tributaria Integral será pospuesta para el 2017 o, tal vez, ni siquiera sea parte de la agenda del Gobierno Santos.
Así, lo que se va a plantear es una reforma tributaria para agregar unos retazos adicionales a la colcha tributaria y conseguir más recursos para sobreaguar el recorte de los ingresos. La reforma, con la mayoría del congreso en el bolsillo del ejecutivo y con poco debate y oposición, se va a “pupitrear”, como se dice coloquialmente. Y mucho me temo que el resultado será más de lo mismo.

Pretenderán que paguen más los mismos de siempre, es decir las empresas y sus inversionistas, que generan el desarrollo y los empleos, y la clase media, que es la consumidora y la que mueve la economía del país. Ya existen abrebocas respecto a la reforma. Se prevé un incremento al IVA, de 2 o 3 puntos, lo cual, con los vientos inflacionarios, será una desgracia para el consumo de los hogares y terminará afectando a las empresas.

Tampoco se vislumbra que haya un aumento de la tasa impositiva porque las empresas no pueden más. Por ello, se dispondrán a ponerles impuestos a los inversionistas. Esto, por sí solo, no es malo. Los inversionistas de capital deberían tributar por sus dividendos. Lo que ocurre es que ya lo hacen. Para los que no saben, el Estatuto Tributario ya contempla impuestos sobre los dividendos a los accionistas, pero los limita a la porción gravada en cabeza de los accionistas.

En este aspecto, lo lógico sería compartir la tasa de tributación, a título de renta, entre las empresas y los inversionistas, de manera que la tasa global sea del 35%, como máximo, y se reparta 25% a las empresas sobre sus utilidades y 15% a los accionistas sobre sus dividendos, evitando las cascadas, es decir, que se genere sólo cuando haya dividendos a personas naturales Colombianas o a inversionistas internacionales. Esto generaría reinversión y más recaudo a mediano plazo, pero una disminución del recaudo a corto plazo. Por eso, de manera anti técnica, se incluirán impuestos a los dividendos sin bajar la tasa de las empresas, lo cual golpeará sin duda la inversión.

Finalmente, las otras figuras tributarias absurdas, como el 4x1000, el Cree, la renta presuntiva y el impuesto al patrimonio, continuarán. En todo caso, amanecerá y veremos, pero la reforma será, nuevamente y como siempre, regresiva y un parche más en la colcha de retazos.