Ciénaga: notas electorales (5)

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Carlos Payares González

Carlos Payares González

Columna: Pan y Vino

e-mail: carlospayaresgonzalez@hotmail.com



Otro de los mitos observables en Ciénaga (tierra de la sal de espuma y del polvillo del carbón), durante los procesos electorales, es la consideración que existen candidatos que serán salvadores del pueblo. Se trata de aquellos populistas y demagogos que terminan ofreciendo oro y moro, para luego no cumplir o cumplir muy poco lo que han prometido.

Es por esta circunstancia que muchos electores terminan renegando, con el correr del tiempo, de quienes fueron elegidos en los cargos públicos de representación popular. Cada vez más mucha gente termina hastiada de la política al ver tanta mentira y engaño. No se navega mal cuando el elector pasa a una igual distancia entre el populismo ("Puro pueblo") y la demagogia ("Ciénaga está enferma: Yo lucho por Ciénaga").

En cierta ocasión el psicoanalista Erich Fromm recomendaba a los electores que depositan toda esperanza en los candidatos, "no confiar en que nadie nos salve, sino conocer bien el hecho de que las elecciones cuando son erróneas nos hacen incapaces de salvarnos".

Existe gente que cree que la política pertenece a los políticos o que conserva la esperanza de poder vivir sin "contaminarse" con la política. Un grave error, dado que no puede existir una comunidad o una sociedad que preserve instituciones y derechos democráticos sin un ejercicio permanente, consecuente y público de la actividad política. Más concretamente: sin la defensa de las ideas políticas. De tal manera que quien se declara puro ("no me mezclo con políticos", "no hago política", etc.), no hace otra cosa que asumir una posición política. Por cierto, la más estúpida de todas las posiciones dentro la política. Cosa que, por lógica, termina favoreciendo a los políticos populistas y demagogos.

También existen ciertos políticos furtivos que venden una imagen de estar distantes de "lo político"… pero cuando son elegidos como alcaldes o concejales, suelen ser mucho peor que los "peligrosos políticos". Son de esos que manifiestan que "no se meten en política", pero quieren ansiosamente ser elegidos en los cargos públicos. Los políticos furtivos, cuando aspiran a cargos por la vía electoral, procuran presentarse como si fuesen "gente común y corriente" ("Gente como tú"). Se declaran muy "humanos", con las mismas aficiones, problemas y hasta con los pequeños vicios que la mayoría de las personas tienen y de cuyo refrendo necesitan para poder gobernar. Tanto ha sido diseminado este tipo de discurso (anti-política) que muchas veces dentro de la misma sociedad civil, ante un crimen cualquiera, los familiares declaran que el pobre interfecto "nunca se metía en política", como si fuese la mayor prueba de total inocencia.

Tal vez lo anterior explique el porqué los políticos populistas y demagogos no nos convocan durante las elecciones a construir comunidades participativas, basadas en el compartimiento de los mismos derechos. Prefieren recargar el discurso sobre las pertenencias geográficas, raciales, étnicas, religiosas, etc. Por eso muchos de nuestros alcaldes están acostumbrados a convocar a la gente bajo el nombre de cienagueros y no de ciudadanos. Como si la mera pertenencia de pequeña patria debe primar y determinar la participación política. Como si la identidad territorial debiera subordinar a la igualdad ciudadana.

Elegir una actitud política es un paso que toda persona puede dar. Sirve para escoger a candidatos competentes y honrados (aunque todos predican serlo). Para poder distinguir a los que hacen más promesas de lo que puedan cumplir.

Para que no nos exageren las posibilidades del futuro como si tuvieran poderes sobrenaturales y, por lo tanto, no caer en una decepción profunda inevitable. La política no debe servir para buscar cómplices, para obtener mejoras en la condición personal o familiar (patrimonialismo), sin interés alguno por las grandes fatalidades sobrellevadas por amplios sectores de nuestras comunidades, consideradas deliberadamente como irremediables por quienes usufructúan el dolor y la ignorancia. Cualquiera que tenga la intención de vivir bien no puede desatenderse olímpicamente de la política.