Reconciliación

Columnas de Opinión
Tamaño Letra
  • Smaller Small Medium Big Bigger

Escrito por:

Hernando Pacific Gnecco

Hernando Pacific Gnecco

Columna: Coloquios y Apostillas

e-mail: hernando_pacific@hotmail.com



Alonso Sánchez Baute, autor del libro “Líbranos del bien”, desnudó la intimidad de la guerra que encabezaron dos personajes de alta alcurnia de Valledupar, del mismo círculo social, que terminan enfrentados a muerte: Ricardo Palmera, alias “Simón Trinidad”, por el lado de las Farc, y Rodrigo Tovar Pupo, alias “Jorge 40”, por parte de las Auc. Reflexiona Alonso diciendo que la violencia no ha dejado nada diferente a un reguero de muertos. Y, una saga de odios, agregaría yo.


En medio de la actual polarización política, sorprenden gratamente algunas noticias. La semana pasada, Jorge Rodrigo Tovar Vélez, hijo de Rodrigo Tovar Pupo, y Jaime Palmera Pineda, hermano de Ovidio Ricardo Palmera, se dieron un sincero y fuerte abrazo como señal de reconciliación. El Club Valledupar fue el escenario de la concordia entre ambas familias, enemistadas por la guerra. Ese mismo día, el expresidente Álvaro Uribe y el periodista Hollman Morris, enfrentados en causa judicial luego de que el senador acusara al medio dirigido por el comunicador de ser “aliado del terrorismo”. El curtido político y el exdirector del Canal Capital se dieron las manos luego de una retractación pública de Uribe. Más allá de evitar el juicio en la Corte Suprema de Justicia por injuria y calumnia, se destaca el gesto de Uribe, así como el acercamiento y reconocimiento entre contradictores. ¿Se aplicará a todos los que discrepan del expresidente?

Actualmente, nuestro país sufre de un alto grado de polarización política, llevado al punto de la confrontación agresiva y ofensiva entre contradictores, a veces armada. Los insultos prefabricados, las respuestas repetidas, las conocidas agresiones y las interminables batallas en las redes sociales contrastan con gestos de pacificación. Las conversaciones en La Habana entre guerrilla y gobierno parecen derivar en un cese definitivo al fuego como primer paso para construir la paz en Colombia. Con excepción del Centro Democrático y sectores radicales del conservatismo, todos los partidos políticos han apostado por el final dialogado de la confrontación interna y por la reconciliación entre colombianos, dados todos los efectos negativos para Colombia que ha producido la violencia social, política y económica. Después de los abrazos y apretones de manos entre enemigos, es necesario extender estos actos magnánimos al conglomerado social para comprometerlo en minimizar la intensidad de las mutuas agresiones entre seguidores de los bandos enfrentados. Bien le vienen al país las directrices que se están trazando al respecto. Obviamente, la detención del conflicto es apenas el inicio del camino que debe conducir a la aplicación efectiva de nuestra Constitución, lo que nos debe llevar a la verdadera paz.

Y es que el perdón y la reconciliación son necesarios para armonizar a los ciudadanos enfrentados, para minimizar los conflictos, para respetar y tolerar la diversidad de pensamiento y la libertad de expresión. No sé cuánto tarde en llegar la avenencia definitiva entre los colombianos; lo cierto es que cada día hay más gente del lado de la paz. Por ejemplo, en dos meses de campaña en contra del referendo apenas se han recogido unas 50.000 firmas, claro indicativo de que el cese al fuego y sus resultados positivos han sido bien recibidos en el país. No todo se puede ir en violencia para enfrentar a la violencia; la dialéctica de las armas surge cuando se acaba el razonamiento. Siempre, el diálogo será más constructivo, positivo y efectivo.

Para Colombia, sería formidable también asistir a la reconciliación del país político con el país nacional: tendría que gobernarse en función de la mayoría con respeto por las minorías, limitar las fastuosas prebendas de los mandatarios que compiten codo con las casas reales europeas, y “llevar la corrupción a sus justas proporciones”, como decía el finado expresidente Julio Cesar Turbay. La campaña idealista de Benetton, con ingeniosos montajes de besos en la boca entre enemigos declarados, bien puede llevarse en nuestra patria. Sería hermoso un abrazo reconciliador y sincero (y, ¿por qué no un beso apaciguador?) entre Santos y Uribe, el procurador Ordoñez y Gina Parody, Francisco Sales Puccini y Lorena Beltrán, Timochenko y Mancuso, Petro y Peñalosa. Por decir algo...

Apostilla: Felicitaciones a la Perla de América en sus 491 años de fundación oficial. Rumbo a los cinco siglos, falta mucho por arreglar para poder celebrar de verdad. Lamentablemente.