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Santa Marta 491 años

Columnas de Opinión
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El 29 de julio de 1525 llega a la bahía, el exnotario de Sevilla, don Rodrigo de Bastidas.


Bastidas, acompañado en su viaje por personajes de dudosa procedencia, muchos de ellos liberados de las prisiones españolas por la reina Isabel La Católica, plantó sus pies en la hermosa arena de la playa y tomó posesión del territorio en nombre de Dios y de la Corona Española. El nombre de la aldea enclavada en el mar Caribe fue escogido por el Fundador, en honor de Santa Marta, cuya fiesta celebraba la iglesia católica ese día. Aquí comienza la historia de nuestra amada ciudad. Evocando la Santa Marta de mi niñez, llegan a la mente montones de recuerdos de la pequeña ciudad de esa época. El Mercado Público estaba ubicado en lo que hoy es San Andresito. Una carrera quinta, por la que caminaban plácidamente los habitantes de la urbe. Un incipiente comercio. Ya la “quinta” se proyectaba como el eje central del comercio local y de otras actividades que eran indispensables para el diario vivir de los samarios. Las calles y carreras fueron bautizadas con nombres sonoros y llamativos. La calle de las Piedras, La Madrid, la del Comercio, Cangrajelito y Cangrejal. La Calle de La Cruz, la San Francisco, la de la Cárcel, la Acequia, la Calle Santodomingo, La Grande, la del Pozo, la Tumbacuatro la San Antonio, la Burechito y la Santa Rita. Así estaba configurado el llamado Centro y así continúa, aunque más extendido hacia el sur. Las plazas de la Catedral y la de San Francisco eran los sitios obligados de concentración pública, en las que se hacían las reuniones políticas llamadas “manifestaciones”. Una buena parte de nuestra niñez transcurrió en la calle Cangrejal y nuestra primera escuela fue la Montessori ubicada en donde hoy está el edificio de Los Bancos. La mayoría de los samarios de antaño nacimos en el Hospital San Juan de Dios y llegábamos ayudados con las manos de enfermeras comadronas como Anita Thompson y otras que no recordamos. Los sábados y domingos eran de playa en nuestra hermosa bahía. No existía la horrorosa Marina Internacional. En el Teatro Santa Marta presentaban las funciones de Matiné, Vespertina y Noche, a las que acudíamos los “pelaos” de esa época con la noviecita del momento. En el Variedades veíamos las películas mejicanas, el Regreso de Fumanchú, las del Oeste y las largas series de dos y tres noches seguidas. Ahh... ¡Que tiempos felices aquellos! La que era una aldea pequeña fue creciendo, al comienzo, muy lentamente. De un momento a otro y como consecuencia del auge económico y de la llegada del Ferrocarril del Atlántico, el crecimiento de la ciudad se disparó rápidamente. Un crecimiento desordenado con poca planificación. El aumento de la población superó con creces al de los servicios públicos y el acueducto se quedó chiquitico y hoy es precario e ineficiente. El desarrollo que se vivió, en su momento fue comandado por líderes visionarios como don Pepe Vives alcalde y gobernador que fue. El general Rafael Hernández Pardo, gobernador nombrado por el presidente Rojas Pinilla. Edgardo Vives Campo un samario emprendedor entusiasta y batallador que también fue alcalde y gobernador y por otros cuyos nombres no llegan a los recuerdos. Llegan, a medida que escribimos, más y más recuerdos, pero el espacio no alcanza para enumerarlos a todos, porque también es necesario referirnos a la Santa Marta, de hoy y de ahora. Es cierto que la ciudad ha progresado y algunos sectores se han desarrollado vertiginosamente. Modernos centros comerciales bien ubicados para beneficio de los consumidores. Seis o siete clínicas, todas siempre congestionadas. Un hospital, el Fernando Troconis, en pleno resurgimiento. El sector turístico aunque carece de una dirección y planificación bien orientadas, posee excelentes hoteles. Santa Marta es dueña de bellísimos y atractivos lugares como el Parque Nacional Tayrona, Taganga, El Rodadero, Pozos Colorados, Bello Horizonte, Bahía Concha, y otros tantos como la Sierra Nevada en los cuales se deleitan los miles de turistas que llegan a la ciudad. Colegios y universidades de excelente calidad. También tiene Santa Marta un excelente puerto marítimo eficiente, competitivo y bien posicionado internacionalmente. Son muchísimas las otras tantas cosas buenas que tenemos los samarios. Como no todo es color de rosas, Santa Marta se debate hoy entre la opulencia y la pobreza extrema. Existen barrios subnormales, marginados, en los que malvive la población desplazada por la violencia de la guerra, las clases vulnerables y desprotegidas que viven de la economía del Rebusque. La energía eléctrica es costosa y de mala calidad. El agua es casi inexistente. Los centros de salud derrumbados y cerrados por doquier. Ollas de microtráfico que envenenan a la población infantil y juvenil, arrebatándoles criminalmente su futuro. Parques inconclusos, mal construidos, niños y jóvenes sin suficientes escenarios deportivos y sin lugares apropiados para divertirse sanamente y en los que puedan desarrollar los talentos que poseen en abundancia, careciendo, además, del apoyo gubernamental absolutamente necesario para convertir sus sueños e ilusiones en exitosas realidades.

Esta es nuestra amada Santa Marta que hoy cumple sus 491 años y próxima a cumplir sus 500. Dios te salve ciudad dos veces Santa. Dios te salve materna ciudad.


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