Si Dios fuera negro

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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



El tema es sensible y despierta pasiones, pero lo acontecido en los Estados Unidos recientemente, obliga a comentarlo. Máxime cuando el tratamiento dado en los medios colombianos es distorsionado.

Todos somos racistas. El que esté libre de racismo que tire la primera piedra. Nuestro cerebro primitivo, el que piensa en términos de pelear o escapar, está condicionado para tomar decisiones rápidas con poca información. ¿Quién es amigo y quién enemigo? Y toma decisiones basado en cosas tan simples como el color. El que no es como yo, es un potencial enemigo.

La cultura Occidental es europea, de tal forma que toda la simbología e iconografía favorecen a la raza blanca. Por ejemplo, Jesús es rubio y de ojos azules, lo negro y oscuro es asociado con lo malo. Lo blanco es puro y lo negro sucio y malo. Si Dios fuera negro...

Estados Unidos no es un país homogéneo. Cada estado es un país, y cada estado tiene unas características y condiciones sociales muy particulares. Tenemos estados como California en donde la diversidad cultural y étnica es amplia; en algunos estados solo hay dos razas, y no dejan que quepa ninguna otra. Es equivocado pensar que el tema de las tensiones raciales exacerbadas es generalizado en los Estados Unidos.

Es bueno entender algunos datos. Durante la presidencia del primer presidente negro de los Estados Unidos, todos los indicadores para la comunidad negra han empeorado. Muchos más negros recibiendo asistencia social, menos negros empleados, nivel de ingresos deteriorado, menos propietarios de viviendas, y aumento de deserciones escolares. Hoy, en ciertos estados, es más probable que un negro vaya a la cárcel que a la universidad.

La mayoría de los asesinatos de negros son cometidos por negros. El 70% de los hogares negros son madres solteras. Las condiciones socioeconómicas precarias y la facilidad de vivir del negocio de las drogas han llevado a que una parte de la comunidad negra haya adoptado el crimen como estilo de vida, y esto desafortunadamente, ha llevado a que en algunos estados, sobre todo en donde solo hay dos razas, el racismo se exacerbe.

La movilización social cambió radicalmente. El movimiento de las libertades civiles de la comunidad negra del siglo pasado tuvo profundas raíces religiosas; hoy, esos movimientos, especialmente Black Lives Matter, son seculares y por esto la enorme diferencia cualitativa en el mensaje: desobediencia civil versus violencia, tratamiento igualitario versus venganza.

La matanza de los policías en Dallas y las protestas tienen a todos pidiendo dialogar sobre racismo, pero no puede haber un diálogo constructivo hasta que todos reconozcamos que somos racistas. De hecho la reacción de la comunidad negra presume que los ciudadanos negros fueron asesinados por ser negros y no por otras razones; esto es racismo. Juicios a priori que dieron al traste con la presunción de inocencia de los policías implicados y el derecho al debido proceso.

Desafortunadamente, el llamado a dialogar presupone la corrección política, en donde se dice lo que es “apropiado” y no lo que se debe, se quiere y se tiene que decir. Se opera bajo el sofisma de que no ofender al otro – y por esto la utilidad y necesidad de la corrección política- es ser respetuoso. Y por esto mismo, la inutilidad de la corrección política: nunca se discuten ni se abordan las verdaderas causas de los problemas.

En las conversaciones importantes y fundamentales, el único respeto que se deben las partes es oírse y entenderse mutuamente y a cabalidad. Solo a partir del verdadero entendimiento, se puede comenzar a trabajar y a construir soluciones.

En los diálogos políticamente correctos, todas las partes salen felices, pero los problemas y sus causas permanecen inmutables; se proponen soluciones inocuas que fracasan, y se perpetúa así el ciclo vicioso de diálogos y soluciones inocuas.

Pienso que el diálogo sincero que hay que tener es si en ciertas partes de los Estados Unidos las condiciones socioeconómicas de la comunidad negra se deben a un racismo sistémico e institucionalizado que los mantiene atrapados en un ciclo de violencia y pobreza. Y cualquiera que sea la respuesta, se deben proponer soluciones que permitan romper el ciclo. Esto es lo humanamente decente.