La intolerancia versus la libertad

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El Pájaro de Perogrullo

El Pájaro de Perogrullo

Columna: Opinión

e-mail: jplievano@outlook.com



Resulta alarmante, preocupante y frustrante que se den episodios de intolerancia como el ocurrido en Orlado (Florida).

Que una persona como Omar Mateen, guardia de seguridad y ciudadano estadounidense de origen afgano, emprenda contra una multitud, asesine a 49 personas y deje heridas a 50 más, nos pone, como humanidad, al filo del abismo.


Los motivos aún no están claros. ¿Por qué lo hizo? No lo sabemos con certeza. Si fue por sus odios homofóbicos o si fue por su radicalismo religioso, no es importante per se. Se dice que juró lealtad al Estado Islámico, pero en realidad realizó de manera solitaria su conducta delictual. No se trató, por lo tanto, de un ataque terrorista orquestado, lo que temían en un primer momento las autoridades, sino la demencial conducta intolerante de un ser trastornado y enfermo mentalmente. ¿Cómo actuamos entonces como sociedad para evitar estos sucesos y fomentar la tolerancia? Claramente existen restricciones de tipo policivo que las autoridades de los Estados Unidos pueden implementar para que se restrinja el porte de armas, o armas con alto poder de fuego, como por ejemplo restringir la venta de armas de cierto calibre, poner periodos de prueba para los compradores de armas, permitir la compra solo a personas que califiquen, prohibir la compra a ciertas personas, etc. No obstante, en Estados Unidos el porte de armas es protegido constitucionalmente.

Se indica en una de las enmiendas constitucionales que “Siendo necesaria una milicia bien ordenada para la seguridad de un Estado libre, el derecho del pueblo a poseer y portar armas, no será infringido.” Lo que se pretendía inicialmente era que el pueblo pudiera tener armas para defender al Estado. Pero esto, en pleno siglo XXI, es un rezago decimonónico que amarra a los legisladores e impide realizar políticas modernas de seguridad. Así, será casi imposible restringir de una manera efectiva el porte de armas en los Estados Unidos, cuando se hace necesario recortar esa “libertad” en pro de la seguridad colectiva. También se pueden implementar campañas educativas en los colegios para que los niños aprendan a tolerar y respetar las ideas y la forma de vida de otras personas.

Claramente es labor del Estado realizarlo y pretender que esto sea así, pero esta visión de mundo empieza en la familia. Vivir en comunidad exige tolerancia, a los demás y a sus ideas, para que se respete la vida y las opiniones, así no se compartan o no se entiendan el uno con el otro. La intolerancia por ello debe ser proscrita de la vida social. Debemos poder convivir con la diferencia y respetarla, es parte de lo que nos define como seres humanos y nos diferencia de los animales.

Tercio extra: La tolerancia no significa estar de acuerdo con lo que los otros piensan, o adoptar las ideas de los otros, solamente es respetarlas. Cada cual y cada quien puede pensar lo que se le antoje, hacer lo que se le antoje o vivir como se le antoje, siempre y cuando su conducta esté apegada a la constitución y a la ley. Por eso es extraño que el ministro Cristo califique de intolerante al Centro Democrático, específicamente al presidente Uribe, simplemente porque ese partido no está de acuerdo con “La paz Santos”.

Ejercer el derecho democrático a la resistencia, a no querer que el Estado se rinda a terroristas al margen de la ley, no puede ser calificado de ser una conducta intolerante. La conducta intolerante es la del Gobierno, la del presidente Santos y su ministro Cristo, quienes no respetan y se burlan del ejercicio democrático de recolección de firmas y la resistencia civil que está llevando a cabo el Centro Democrático.