Fútbol y justicia

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Hernando Pacific Gnecco

Hernando Pacific Gnecco

Columna: Coloquios y Apostillas

e-mail: hernando_pacific@hotmail.com



En el fútbol, la injusticia ha sido gran protagonista, con una marcada tendencia en favor de los poderosos o los organizadores de grandes torneos. En el campeonato mundial de 1966, Geoff Hurst marcó un “gol fantasma” que le permitió a Inglaterra triunfar sobe Alemania y alzarse con su único título mundial. En México 1986, Maradona registró la famosa “mano de Dios”, que les despejó a los gauchos el camino a su segundo título orbital. Una bribonada de Arjen Robben -un “piscinazo” en el área de México- le permitió a Holanda vencer a los manitos en el pasado torneo ecuménico: la naranja mecánica fue finalista. La Copa Centenario, que actualmente se desarrolla en los Estados Unidos, ensarta más perlas en el largo collar de las iniquidades: A México le anulan un gol legítimo frente a Brasil; en una insólita actuación, el árbitro le entrega a Chile un triunfo ante Bolivia con un penalti inexistente después de terminado el tiempo oficial. Casos como estos muchos más ocurren a diario en los estadios del mundo, y nunca nadie está exento de ello.

Inventado el reglamento del fútbol, inventadas las perrerías: hay numerosos resquicios sin obturar. Muchas decisiones arbitrales causan escándalo mundial: goles legítimos anulados inexplicablemente, o concesión de goles que nunca lo fueron: diaria repetición de lo mismo sin consecuencias visibles. Expulsiones extrañas, misteriosas prolongaciones del tiempo, provocaciones a determinados jugadores, decisiones técnicas inexplicables, en fin... En el mundial de 2002, a Corea la llevaron descaradamente a semifinales, eliminando a “pito limpio” a nadie menos que Portugal, Italia y España, sucesivamente. No importó la enorme teleaudiencia del campeonato. Los dirigentes del fútbol exhiben todo un bochornoso inventario de desfachateces. El reciente escándalo de la Fifa es apenas una muestra del repulsivo légamo en el que se mueve un cierto submundo del balompié mundial: hay varios presos y otros procesados por la justicia ordinaria, sin contar lo que aún se desconoce públicamente.

Italia ha vivido varios escándalos colosales: el actual campeón, la Juventus, ha sido castigado en 2 ocasiones con el descenso por arreglar partidos; hay muchos otros equipos involucrados y sancionados. El dopaje, las drogas, licor, el sexo y otros excesos han estado a la orden del día en Inglaterra, Argentina, Colombia, Alemania, Chile y muchos otros países. Los torneos de la Champions y la UEFA Europa League tampoco se salvan. Controlar las fullerías contra los rivales –bebidas y comidas manipuladas, interrumpir el descanso del contrario, la guerra sicológica, alfileres, vaselina, golpes arteros, etc.- ha costado mucho esfuerzo y dinero, pero nadie está protegido de ello.

Pero, ¿se puede confiar en el fútbol, o lo hemos perdido para siempre? Los casos reportados han sido duramente sancionados. El gran problema sigue siendo la oscuridad de ese mundo clandestino de apuestas ilegales. A veces, víctimas inocentes pagan con su vida por resultados inesperados para los apostadores: en Colombia recordamos con tristeza los casos del árbitro Álvaro Ortega, 1989, o el de Andrés Escobar en 1994. No obstante, en el futbol sucede como con cualquier actividad; el escándalo mediático exhibe en la palestra el lado oscuro del deporte, olvidándonos que ningún episodio sombrío tapa la cara brillante del deporte, esa de gestas heroicas, de tardes espectaculares, de la gente honesta y comprometida, que es la mayoría.

Para erradicar esas tinieblas, la tecnología puede ayudar en la medida de la voluntad de la dirigencia, que hasta ahora ha sido reacia a implementarla. Sólo ha llegado el “ojo de halcón”, ese que ve los goles objetivamente. Los demás, es solo pirotecnia tecnológica. Sí, es posible saber el recorrido de un jugador en un partido, el número de pases acertados o la velocidad promedio, etc, etc, etc; sí, ahora hay numerosas cámaras registrando un encuentro en todos sus detalles; sí, hay cuatro árbitros intercomunicados; sí, hay espuma para mantener las distancias correctas en el cobro de las faltas. Claro, son ayudas, pero tangenciales; nada de fondo. La solución a muchos problemas pasa por el uso inmediato del video ante jugadas dudosas, como sucede en el béisbol, la sanción ejemplar a quienes falsean el juego –agarrones por las camisetas, simulaciones, faltas aleves, etc., y estricto control antidopaje, ese juego limpio que tanto se pregona en los eventos importantes. Y es deber de los colegiados hacerlo posible.