¿Incomunicación, secuestro o desaparición?

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El Pájaro de Perogrullo

El Pájaro de Perogrullo

Columna: Opinión

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Mucho se ha dicho y escrito sobre el periplo de Salud Hernández, Diego D´Pablos y Carlos Melo. Políticamente, respecto al caso de Salud Hernández, el más sensible por su condición de binacional y figura pública reconocida, el Gobierno Nacional entró en la negación.


Simplemente Santos “se hizo el de las gafas”. Con todas las técnicas verbales que le debieron indicar sus asesores, trató de informarle a la opinión pública que lo de Salud era todo, menos un secuestro.

Para Santos, Salud estaba incomunicada como parte de su trabajo periodístico. Es decir, que la selva y la lejanía le impidió informar dónde se encontraba. El problema era que el ELN tenía a Salud Hernández privada de su libertad. Además, de manera pública no se había reconocido el hecho por parte del ELN o de las autoridades, pero sí existía una desaparición, es decir, no se sabía dónde estaba, ni quien la tenía. En declaraciones posteriores, Salud fue enfática en indicar que la tenían privada de la libertad en contra de su voluntad.

Lo que de lógica jurídica era un secuestro, terminó siendo catalogado por el Gobierno Nacional como una incomunicación, o lo que es peor un conato o tentativa de secuestro, lo cual es de suyo imposible.

Ello además terminó con el contrasentido de que “sin querer queriendo” la retuvieron para preservar su integridad. Algunos expertos indican que una desaparición se vuelve secuestro cuando la privación de la libertad termina. Es un continuo acto de no saber qué pasó con alguien.

Por ello, lo que debe entenderse por desaparición, en lenguaje sencillo, es la privación de la libertad y el ocultamiento o negación de dicha privación de la libertad. Lo que ocurría en el pasado, antes de la introducción de este tipo penal, era que no se conocía el paradero de las personas y no había homicidio, porque no había cadáver.

Y supuestamente no había secuestro, porque no había certeza de la privación de la libertad, ni existía un propósito distinto al de desaparecer por sí mismo. Así, terminaron estos dos tipos penales entrelazados.

Lo cierto es que hay desaparición cuando no se sabe en qué estado y donde se encuentra la persona, ni quien la tiene, es como si ella estuviera muerta sin estarlo. En un secuestro se sabe que la persona está viva. Hay además un propósito que enmarca la retención, sea secuestro simple o extorsivo. Dicho esto, en el caso de Salud Hernández estábamos o ante una desaparición o un secuestro, lo cual no era una incomunicación. Toda esta gimnasia lingüística se tuvo que hacer para calmar a la opinión pública y para que a esta no se le “rebosara la copa” en perjuicio de la mesa de La Habana con las Farc y de la nueva mesa con el ELN. Para el Gobierno parece que todo se justifica por la paz.

Desinformar a la opinión pública y tergiversar los nombres y la realidad de los acontecimientos es un mal menor. Dejar que los narcoterroristas reinen en el Catatumbo (y en otras partes del país) y engrosen sus arcas lo permite y justifica el contexto enfermo de la paz. La opinión pública está anestesiada y manipulada por el Gobierno, que dice lo que quiere, desinforma y manipula.

Es hora de despertar y que no dejemos a Colombia divagar por las azarosas aguas de la negación. Llamemos las cosas por su nombre. Lo de Salud, Diego y Carlos fue un secuestro, ni más ni menos. Y debe ser investigado y judicializado como un secuestro. Pero como van las cosas, no será un secuestro y el crimen será perdonado dentro de la cosecha de impunidad que recolectará la paz mal diseñada del gobierno Santos.