¿Izquierdas, quo vadis?

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Ricardo Villa Sánchez

Ricardo Villa Sánchez

Columna: Punto de Vista

e-mail: rvisan@gmail.com



En esta coyuntura, previa a la firma de los acuerdos de paz con la insurgencia en Colombia, se abre una alternativa para que la izquierda participe del Gobierno Nacional. Se ha venido ambientando el tema desde hace algún tiempo, en el marco de la actual coalición de gobierno que han llamado de unidad nacional, no obstante, estar conformada por solo un sector de quienes le apostaron a la posibilidad de buscarle una solución política dialogada al conflicto armado que nos afecta desde hace más de seis décadas.

 


Entre los partidos y movimientos que votaron por la paz, estaría la izquierda democrática, algunos como la tendencia Progresistas, desde la primera vuelta electoral, y otros como el Polo Democrático y una porción del Partido Verde, en las segundas de cambio, en la carrera presidencial que conllevó a la última reelección presidencial en Colombia por mandato constitucional, desde que, a nombre propio, se inauguró esta época de presidentes en campaña permanente, que muchos han considerado una ruptura del sistema de pesos y contrapesos, en nuestra tradición e institucionalidad democrática, y que, siquiera, ya se eliminó de nuestra Constitución Política Nacional.


La izquierda democrática se encuentra en la posibilidad de ocupar espacios de decisión política bajo pactos claros, programáticos, de consensos y sin perder la vocación de poder, o en la de quedarse en la oposición. La izquierda se la jugó por Santos, ahora es tiempo de que el presidente ceda escenarios en los cuales puedan, sus otrora aliados, desarrollar sus iniciativas, con voluntad de cambio.


En ese escenario, algunos piensan que existe una crisis de representatividad de la izquierda, por lo que participar en el Gobierno Nacional, podría tener un alto costo, ya que sería aportar en la profundización de un modelo del capitalismo del desastre, encarnado en la locomotora minera, las privatizaciones, como la de Isagén, el clientelismo, la mermelada, la persecución a líderes sociales y comunitarios y la falta de claridad sobre los consensos, la inversión social y los cambios que traerá la construcción de la paz y la reconciliación en el país. Además de dejarle el escenario de la oposición a la ultraderecha, teniendo en cuenta que la oposición a Santos de estos sectores, solo habría sido virtual y mediática, si se revisa con lupa su comportamiento en debates de control político y coaliciones en el Congreso de la República; pero que representa un grave riesgo el avance de sus posturas radicales, cavernarias, en la opinión pública nacional.

Otros afirman que el aporte de la izquierda sería incluir en la disputa por el poder, la vocación social y la eterna búsqueda de la garantía de los derechos, de la justicia social, la justicia climática y de la apertura democrática que requiere el país para avanzar hacia la paz. Eso marcaría la diferencia y sería fundamental en esta coyuntura. Para que haya una generación de relevo en la política se requieren profundas transformaciones, que empiezan ocupando espacios de decisión. La pregunta acá sería: ¿Si el establecimiento es capaz de creer en la posibilidad de que se pacte la paz con los contrarios, luego la izquierda democrática por qué no podría hacer alianzas en esa vía?


Al final de cuentas se coincide en que el ingreso de la izquierda democrática al que ha llamado Santos, el gabinete por la paz, solo sería factible en el marco de un gran acuerdo político nacional que posibilite acelerar la firma de los acuerdos de La Habana. No a título personal, no para cobrar, con burocracia, un apoyo electoral. La Unidad Nacional no representa a la izquierda, hay muchas diferencias no solo en la política real, sino también en el modelo de nuevo país en paz con justicia social que, quizás, no les interesa a los verdaderos dueños del país que piden una paz barata y chiquita, sin cambios, que implique territorios libres de violencia para sus grandes negocios y en la que se perpetúen sus privilegios. Con acuerdos públicos, claros, programáticos, dirigidos a realizar los principios progresistas, la izquierda podría pactar con el Gobierno. Es clave para la transición hacia la paz que la izquierda converja, con consensos, en espacios de decisión política que posibiliten avanzar en la suscripción de los acuerdos de La Habana, antes, durante y después. Pero, para que esto se haga realidad, se clama por un Gobierno incluyente, pluralista, más democrático, en el que las élites cedan poder para avanzar hacia la construcción colectiva de la paz. ¿Qué hacer? si ahí deviene el pantano. Solo queda la esperanza.