Los fusibles

Columnas de Opinión
Tamaño Letra
  • Smaller Small Medium Big Bigger

Escrito por:

Tulio Ramos Mancilla

Tulio Ramos Mancilla

Columna: Toma de Posiciones

e-mail: tramosmancilla@hotmail.com

Twitter: @TulioRamosM



Es curioso lo de los nombramientos de los ministros de Estado. En principio, su designación presumiblemente responde al cumplimiento de la ley no escrita relativa al lleno de cuotas partidistas, más que a simples capacidades personales, o que, incluso, a simpatías del nominador. Es verdad que a veces estos dos últimos eventos pueden presentarse, en especial en carteras necesariamente técnicas, como Hacienda, o en ministerios como el del Interior, donde la confianza y la comunicación con el jefe de gobierno son fundamentales para el debido desempeño de ese cargo. Pero, en general, los ministros son elementos puestos allí para hacer política: para ser voceros de la política del ramo, y para defender al Presidente, y, a veces, dependiendo del nivel intelectual y moral del respectivo funcionario, para defender al Gobierno en su conjunto, aunque sea ella una defensa de lo indefensable.

 


Los ministros son los fusibles del circuito político nacional. Son los que se funden cuando la política no funciona, aunque no hayan tenido nada que ver en su formulación. Tienen que defenderla ante la opinión pública, y el que se expone es el que responde, como se sabe. Los ministros son los salvavidas del presidente de turno; este siempre va a intentar figurar como el bienintencionado dador de órdenes generales, para que los ministerios las ejecuten técnica y presupuestalmente. Sin los ministros, el presidente no tiene gobierno: no puede llenar las cuotas con que se abona a los partidos la deuda de su elección; y presidente que no paga, queda bloqueado en el Congreso, y hasta puede caerse. Y, presidente que no pone ministros capaces intelectualmente en las ramas correspondientes, padecerá las consecuencias de la ineptitud. Y también puede caerse. Tal equilibrismo es lo que se conoce normalmente como gobernar.


A veces las designaciones ministeriales responden a jugadas políticas tan viejas como la vida misma. Por ejemplo, nombrar a un señalado representante de la izquierda (cosa que muchos presidentes han hecho) en el Ministerio de Trabajo es una forma, pública, de acercarse a la gente, a la clase trabajadora, a la cuestión social, etc. En realidad, lo que eso esconde siempre, siempre, es la intención de neutralizar al peligroso personaje, para que haga parte de un gobierno al que después no podrá oponerse legítimamente. Así, muchos de los copartidarios del respectivo personaje no podrán dejar de verlo como alguien venal. Por eso hay quienes califican ese tipo de nombramientos como una estratagema para dividir el partido al que pertenece el nominado.


A mí me parece que el presidente Santos está cometiendo dos infracciones al reglamento invisible del poder. En primer lugar, la lectura que se ha hecho hasta ahora, con los recientes movimientos en las jefaturas, es que se han nombrado ministros de alguna manera cercanos al posconflicto. Pero el posconflicto aún no empieza, así que, en realidad, se trata de más de lo mismo. No es ningún gabinete novedoso, y esa incorrección el tiempo y la gente se la imputarán al menguado saldo de la paz. De otro lado, el fracaso de la Secretaría de la Presidencia, con sus celos y chismes, no merece explicación: el presidente es el que debe mandar, no un adlátere. Los ministros serán fusibles, pero se quemarán gustosos solo por el elegido popularmente.



Más Noticias de esta sección