¿Es la democracia el mejor sistema político? (2)

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Andrés Quintero Olmos

Andrés Quintero Olmos

Columna: Pluma, sal y limón

e-mail: quinteroolmos@gmail.com



El sufragio universal siempre ignoró que detrás de cada voto habría distintos niveles de conocimiento y de comprensión del Estado y de sus políticas, y que los menos educados serían los más manipulables. Por eso Churchill decía, con razón, que “el mejor argumento en contra de la democracia es una conversación de cinco minutos con el votante medio”.

 

A pesar de que el nivel académico haya aumentado en los últimos siglos, ¿podríamos decir lo mismo de la formación política? Muchos creíamos que los votantes aprovecharían su derecho al sufragio para estudiar minuciosamente las diferentes propuestas políticas. Creíamos, en consecuencia, que adquirirían naturalmente cultura pública, aumentando asimismo su nivel educativo. Todo esto entendiendo que la democracia automáticamente llevaba hacia un mejor desarrollo humano. Más equivocados no podíamos estar.

En la carta de Jamaica, Simón Bolívar ya nos lo advertía: “Las instituciones perfectamente representativas no son adecuadas (...) en tanto que nuestros compatriotas no adquieran los talentos y virtudes políticas, (…) los sistemas enteramente populares, lejos de sernos favorables, temo mucho que vengan a ser nuestra ruina”. De ahí la siguiente pregunta: ¿el grado de conocimiento y libertad ciudadana no definiría la misma democracia?

Lastimosamente constatamos que la mayoría de los ciudadanos son políticamente maleables, convirtiendo a la democracia en fácil blanco de populismos. A lo cual hay que añadirle que la mayoría de los ciudadanos dependen de los medios de comunicación para formar su opinión política. El problema es que estos últimos son controlados directa o indirectamente por los grandes grupos financieros y empresariales que también controlan, a su vez, a la mayoría de los políticos mediante lobby o financiamiento de campañas. Todo este panorama empeora si tomamos en cuenta que los mismos dirigentes también pueden manejar a los medios a través de la pauta publicitaria estatal. En otras palabras, el dinero controla tanto a los políticos como a los medios y estos a su vez influencian a la mayoría de los ciudadanos; dominando asimismo a la democracia que se gobierna con mayorías.

Este círculo vicioso de poder económico  que mezcla ignorancia y populismo plasma la mediocridad de nuestros representantes: el político no es el mejor profesional (tecnócrata) y no es la persona más ética. De ahí es que la democracia está lejos de asegurarnos meritocracia; más bien todo lo contrario. Y el perfecto ejemplo de esto lo observamos al comparar las hojas de vida de los actuales gobernadores y alcaldes elegidos popularmente con las de sus predecesores, que eran nombrados a dedo.

Continuaré con el tema la próxima semana.  @QuinteroOlmos