Clemencia para quienes no tienen compasión con nadie

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Víctor Corcoba Herrero

Víctor Corcoba Herrero

Columna: Algo Más que Palabras

e-mail: corcoba@telefonica.net



La posibilidad de contar con el respaldo de una fuerza armada configurada de manera plural, bajo el mando de una entidad supranacional, que con la ayuda de civiles sirva al propósito de aclimatación de la paz, puede ser un recurso eficaz para el tránsito hacia la solución de conflictos internos o internacionales.

 

Con ese objetivo surgió la idea de desplazar tropas bajo la bandera de la ONU a uno u otro lugar del mundo. No obstante, la utilidad del modelo se ha visto afectada por situaciones que atentan contra la confianza que debería inspirar. De no corregirse las deficiencias y los errores hasta ahora identificados, se podría echar a pique una opción valiosa de ayuda efectiva a la consolidación de la paz en casos concretos, como lo requieren diferentes países y regiones del planeta.

Las misiones de paz de las Naciones Unidas, con sus cascos azules, se extienden hoy a dieciséis países en cuatro continentes y se han ocupado de tareas que van desde la provisión de condiciones de seguridad hasta el apoyo a procesos políticos, la desmovilización de grupos armados, la reintegración de combatientes a la corriente normal de su respectiva sociedad, el desarme, la defensa de los derechos humanos y la realización de elecciones con garantías adecuadas para quienes concurran a las urnas. Justamente uno de esos denominadores es el principio según el cual las tropas de mantenimiento de paz solamente pueden usar la fuerza en legítima defensa o en defensa de su mandato. Dicho principio, que apartaría a los cascos azules de su neutralidad y de cualquier acción en favor de una u otra de las partes de un conflicto, reduce a la vez el espectro de sus posibilidades de acción y puede volver inocua su presencia en uno u otro paraje, como ya ha sucedido.

Y si a ello se suma el hecho de que en algunos casos las tropas internacionales, bajo la bandera de las Naciones Unidas, han cometido faltas gravísimas contra la población civil de las áreas donde ejercen la misión que se les encomendó, la validez y continuidad del modelo están en peligro. En el fragor de las guerras de disolución de Yugoslavia, los serbios de Bosnia, dentro de su propósito de conseguir la “limpieza étnica” de los musulmanes antes de que comenzara el invierno de 1995, atacaron aldeas como Srebrenica, pequeña localidad que había multiplicado su población con refugiados de toda la región, confiados en la palabra del general francés, Phillipe Morillon, comandante de las tropas de Naciones Unidas, quien solemnemente les había reconfortado tiempo atrás al decirles: “Ustedes están ahora bajo la protección de las Naciones Unidas… Yo nunca los abandonaré”. Días después de la embestida se hizo evidente que siete mil setenta y nueve bosnios musulmanes de todas las edades y condiciones fueron asesinados a sangre fría bajo las narices de las tropas de las Naciones Unidas. Solo entonces, cargados de pena, culpa y vergüenza, los líderes de los Estados Unidos y la Gran Bretaña propiciaron la amenaza de acción de la OTAN para detener, como fue posible más tarde, la ejecución cabal del plan de “limpieza”. Pero nadie pudo limpiar la mancha de lo que los bosnios musulmanes siguen llamando “la traición de Srebrenica”, de la cual culpan a las “indolentes tropas de Naciones Unidas”.

Anders Kompass, director de operaciones de campo del Alto Comisionado para los Derechos Humanos, tuvo el valor de denunciar recientemente los abusos sexuales de tropas de diferentes nacionalidades en contra de niños y mujeres en la República Centroafricana. A esa denuncia que puso en evidencia la pereza burocrática de diferentes oficinas de Naciones Unidas para tramitar el asunto, se suman las de sesenta y nueve abusos a lo largo del último año, en particular violación de mujeres, en diez misiones diferentes. Y hace unas horas un “casco azul” mató a dos compañeros de la Misión Multidimensional Integrada de Estabilización de la ONU en Malí.

Las tragedias descritas no se han presentado en desarrollo de una política de las Naciones Unidas, y es claro que se trata de casos aislados que lamentablemente manchan la trayectoria de una actividad que llegó en un momento a merecer el Premio Nobel de la Paz. De ahí que el Secretario General haya organizado un comité de alto nivel para que con independencia estableciera las fallas de las misiones de mantenimiento de la paz, justamente para salvar un esquema de acción que no debe permitir hechos de esa naturaleza en el seno de la más importante y universal de las instituciones internacionales.

El Consejo de Seguridad acaba de aprobar, por iniciativa de los Estados Unidos, una Resolución conforme a la cual unidades enteras de las tropas de uno u otro país que se encuentren desplazadas en misiones de las Naciones Unidas serán enviadas de regreso a casa si alguno de sus miembros es culpable de abuso sexual contra la población civil.

Egipto se abstuvo en la votación, y no han faltado los reclamos de países que siempre se ofrecen a enviar tropas a las misiones y consideran que la medida castiga a muchos por la acción de unos pocos. Todavía está por verse si eventualmente las tropas de Naciones Unidas pueden intervenir para salvar vidas humanas en casos de peligro inminente, como lo debieron hacer en Srebrenica.

Entre más depurado llegue a ser el modelo ONU de mantenimiento de la paz, mejor para Colombia, que está ad portas de sumar su nombre a la lista de los beneficiario.

Por: Víctor Corcoba Herrero
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