El senador Guacharaca

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Francisco Galvis Ramos

Francisco Galvis Ramos

Columna: Contrapunto

e-mail: contrapunto@une.net.co



<<Mis setenta años me han enseñado a aceptar la vida con jubilosa humidad>>, declaró Sigmund Freud a George Sylvester Viereck en reportaje de 1930 que por estos días he vuelto a leer, compelido por las extravagancias del nonagenario senador Guacharaca.

 

El doctor Horacio Serpa Uribe tuvo a disposición todos los escenarios que la democracia dispensa para haberse convertido en estadista, pero se encontró en el camino con un elefante y siguió detrás de él, aunado a lo anterior su poca disposición al estudio profundo de los grandes temas nacionales. Se le ha ido la vida recitando frases de cajón y, como dijo él, en la edad provecta ni chicha ni limoná.

Como si la nación no estuviese harta de peloteras, ahora dio en la vena de citar, retar y emplazar al uribismo a lisa pública, poniéndose a la orden de la numerosa clientela del Centro Democrático para debatir no recuerdo sobre qué asuntos.

Bien podríamos aceptarle la bronca si antes nos aclara ciertos asuntos pendientes como la compra de la Presidencia y de cierta <<preclusión>>, los asesinatos de Gómez Hurtado y <<la monita retrechera>>. En cualquier ocasión la autoridad moral es requisito sin el cual no procede arrojar el guante.

Hoy tuve un almuerzo con otros politólogos de la ciudad y, luego de analizarlo, convinimos por unanimidad que el caso del doctor Serpa Uribe no nos pertenece y lo remitimos a la sociedad de siquiatría para que sea examinado con detenimiento a la luz de las teorías freudianas, quedando a la espera del autorizado diagnóstico y la cuenta de cobro.

Freud gran explorador de las profundidades del alma, da luces para llegar a los entresijos del inconsciente oculto del ave vocinglera, de los que dan cuenta el rostro contraído, el ceño fruncido y la pálida tez. Algo muy sombrío anida allá en la profundidad de su alma, que le persigue y acongoja.

Tiro al aire: con todos los antecedentes y a los años que tiene, la guacharaca debería recluirse en el humilde y jubiloso nido.