La verdad sea dicha (Sócrates y la Cicuta)

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Roberto García Páez

Roberto García Páez

Columna: Opinión

e-mail: rogarpaez@gmail.com



Parece que algunos nominadores de la rama judicial de nuestra grandiosa pero también absurda patria,  estuvieran reviviendo la solución final referida por Estrabón -citado por Diógenes Laercio- para épocas de hambruna entre los años 63 A. C. y 21 D. C., cuando en la isla de Ceos so pretexto del bien común e induciéndolos al suicidio, obligaban a los hombres mayores de 60 años a tomar cicuta, para mediante ese bárbaro sacrificio hacer alcanzar los alimentos  para el resto de la población.

 

 

Ninguna comparación más paradójica con la patética y cruda realidad de algunos jueces que por cometer el pecado de llegar a los 65 años, son víctimas de sus superiores jerárquicos, quienes prevalidos de la investidura de magistrados y en vez de dedicarse dignamente a su función natural, utilizan su autoridad en la fría tarea de retirar a sus compañeros dizque aplicando la ley estatutaria de la administración de justicia que a ello los obliga y arguyendo "la edad de retiro forzoso",  sin considerar que al no estar todavía pensionado el funcionario cuya hoja de vida seleccionaron previamente (por no ser amigo adulador y asiduo visitante de sus despachos), con desidia, malevolencia e insolidaridad, toman la decisión perversa e implacable de desvincularlos sin atender circunstancias personales argumentadas por el afectado, vulneratorias de derechos fundamentales como el mínimo vital, la seguridad social y los prevalentes a la alimentación y educación de sus hijos menores de edad (Art. 44 de la Constitución), pero ante todo, contrariando de frente copiosa y reiterada Jurisprudencia de la Corte Constitucional que rotundamente prohíbe retirar del servicio a quien aún en edad de retiro forzoso, todavía no se ha pensionado ni figura en nómina como tal.

De sobra sabemos el velado motivo de tan reprochable actuar, cual es la nefanda costumbre hoy de moda propiciada por la tolerancia de los afectados sin valor civil para denunciarla; por la negligente indiferencia de los burocratizados entes estatales de control y la  Defensoría Pública yen últimas, por el congestionado, inoperante y permeado funcionamiento de la acción de tutela, que deviene ineficaz para conjurarla.  Sin sofismas engañosos, tal móvil no es otro que favorecerá integrantes del carrusel de amigos de los magistrados, quienes espuriamente se escudan en el deber de dar oportunidad a jóvenes aspirantes a la rama jurisdiccional, desdeñando la calidad de quienes con más experiencia, sabemos que son mejores, más probos e idóneos administradores de justicia, mismos que con todo eso y gracias al sobreviniente trato injusto y discriminatorio reseñado, quedan al  final de su existencia inexplicable y fatalmente privados tanto de salario como de pensión…,con vida pero en evidente estado de vulnerabilidad (sin servicio de salud y seguridad social) y sin lo necesario para subsistir dignamente con lo que saben hacer.

Sin generalizar (pues es mayoritaria la afortunada  excepción de Distritos Judiciales dignos de emular), ojalá el Tribunal de Cundinamarca cuya equivocada decisión a cargo delos magistrados que lo integraban en octubre de 2014vulneró los derechos del suscrito, así como los proclives a tales transgresiones, sepan usar su jerarquía, ajustar sus decisiones administrativas en derecho y equidad; no sigan incurriendo en esta injusticia so pretexto de un erróneo y facilista legalismo, y pueda decirse de ellos que de verdad buscan la preponderancia de la Carta Política y que acatan a cabalidad la Jurisprudencia Constitucional sobre esta materia, tal como en todo tiempo están en el deber moral y legal de hacerlo.

Inspira nuestra glosa un dolido sentimiento humano (no un resentimiento irresponsable), legítimamente deseoso de que mediante esta crítica constructiva y respetuosa, no se siga estigmatizando por sus pares a los jueces: lo más valioso de nuestro Estado Social de Derecho ...,los naturales generadores de paz y por ende, merecedores de una más respetuosa protección… de un trato más digno y altruista.

Abogamos entonces porque erradicando la desacertada práctica descrita, no les siga ocurriendo lo que a Sócrates, quien en su madurez como hombre… como sabio filósofo y jurista…, a sus 70 años de buscar siempre la verdad, fue envenenado con cicuta por veredicto de sus propios jueces! . . .

Por: Roberto Esaú García
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