Coinciden los estudiosos de asuntos sociales que un pueblo sin historia es una comunidad miserable porque no tiene insertos en sus arraigos ni en su devenir soportes destacados de ninguna índole, por tanto su mera razón de ser en sí mismo considerado es inexistente, voluble, inocuo, desprovisto de seriedad, a tal punto que engrosa con sus características que le son propias al segmento paria citado como mera reseña por quienes recopilan los apartes del actuar humano desde aquellas épocas en que se escribía en pergaminos y plumas alimentadas desde el tintero a la luz de cirios encendidos.
Cuenta la historia que el despiadado Morillo no aceptó las súplicas de clemencia de la comunidad santafereña para perdonarle la vida al sabio Caldas, todo lo contrario dio orden terminante a la tropa bajo su mando que aceleraran la ejecución a tal punto que en el frío amanecer de las sabanas de Bogotá bajo su cielo brumoso fue conducido al cadalso el eminente investigador con estudios en astronomía, ciencias jurídicas y física, autor del excelente texto "…estado de la geografía del virreinato de Santa Fe de Bogotá con relación a la economía y el comercio y del influjo del clima sobre los seres organizados…", en lo que puede calificarse como otro de los tantos capítulos oscuros y tenebrosos prodigados por la barbarie española en su afán mesiánico de reconquista de los pueblos insubordinados de las indias occidentales de ultramar.
El lugar de la ejecución de los próceres granadinos conocida como la huerta de Jaime después rebautizada como plaza de Mártires presenta una visión poco agradable en realidad, porque se ve desolada y triste por su estela de muerte a los próceres, acicateada aún más por el cielo brumoso que cubre toda su área geográfica, pareciera como si el demonio con su desnudez inmunda pernoctara para siempre en esos lugares que sirvieron como escenario para truncar vidas jóvenes, talentosas y prometedoras de colombianos henchidos en su espíritu con el ideario enaltecedor de libertad con justicia social.
Tal vez el pacificador Pablo Morillo antes de ser derrotado con sus huestes realistas en el Pantano de Vargas (sudeste colombino) por el victorioso ejército de la patria incipiente, nunca se imaginó que el sitio de Cartagena rendida finalmente por hambre, sus posteriores reconquistas a sangre y fuego de las diferentes poblaciones asentadas a lo largo del río Magdalena hasta llegar a la planicie cundiboyacense, terminaría por crear en los nacionales de nuestro país los efectos contrarios es decir, la autodeterminación de liberarnos a cualquier costo del yugo imperial ibérico que violaba las castas mujeres indígenas, robaba con creces nuestro oro, corrompiendo de esa manera la paz infinita prodigada por el altísimo a través de miles de años en franca armonía con la madre naturaleza.
El libertador de la patria, Simón Bolívar, hablaba de los efectos contrarios en su Carta de Jamaica, incluso el mismo Morillo, hijo de Lorenzo y María, nacido en Fuente Secas, provincia de Zamora España, relataba en su escrito repleto de nostalgia al gobierno de Madrid de la siguiente manera: "Bolívar en un solo día acaba con el fruto de cinco años de campaña, y en una sola batalla reconquista lo que las tropas del rey ganaron en muchos combates [...] Los llanos de Barcelona, los de Apure y Casanare, todos están en poder de los rebeldes [...] La suerte de Venezuela y de Nueva Granada no puede ser dudosa [...] Estos prodigios, que así pueden llamarse por la rapidez con que los han conseguido, fueron obra de Bolívar y un puñado de hombres [...] Si llegamos a sucumbir y se pierde la Costa Firme que es la América militar, no la volverá jamás a recuperar el Rey nuestro señor, aunque para ello se empleen treinta mil hombres".
El régimen del terror instaurado desde 1816 hasta agosto de 1819 por el gran guerrero Morillo, conde de Cartagena, estaba destinado a desaparecer para siempre como la reciedumbre de las olas tempestuosas del mar que se estrella con violencia en el malecón, gracias al arrojo y valentía de miles de colombianos, que sometieron a la peor derrota militar en tierra firme a los españoles comandadas por Barreiro en el Pantano de Vargas, que dieron a traste con el gobierno absolutista de Sámano en Bogotá quien huyó precipitadamente a Venezuela, creándose para la posteridad de los días un nuevo amanecer en la patria irredenta, aunque sin remedio queden vestigios del régimen del terror como la Plaza de los Mártires en la capital colombiana.