Ciénaga: notas electorales (2)

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Escrito por:

Carlos Payares González

Carlos Payares González

Columna: Pan y Vino

e-mail: carlospayaresgonzalez@hotmail.com



Un mito electoral que ha sido alimentado por quienes han empobrecido al municipio cienaguero ha sido el del "cienaguerismo".

El de "cienaguero vota cienaguero". Basta, pues, con haber nacido en Ciénaga para llevar la impronta de la honestidad y de la preparación para ocupar un cargo de elección popular.

Y no sólo eso: "debe vivir en Ciénaga" soportando las calamidades propias de una ciudad atrasada. Se olvida que uno de los mejores alcaldes desde que se implementó la elección popular de alcaldes en Colombia fue el ilustre abogado Alfonso Díaz Granados Dávila, quien vivía desde décadas en la ciudad de Bogotá y fue en el aeropuerto de Santa Marta donde varios de sus amigos le ofrecieron ser candidato a la alcaldía de Ciénaga.

En el "cienaguerismo" no sólo han caído quienes usufructúan el periodo electoral, sino que se ha extendido a muchos aspectos de la vida cultural. Un "cienaguerismo" estrecho con pretensión de identidad, pertenencia y otras babas similares que parece responder, en boca de algunos mercaderes de ilusiones, a velados apetitos políticos.

Un "cienaguerismo" vacío, sin proyectos ni ideas, basado en la exclusión, en la condena, el emparedamiento de las fronteras. Sólo pocos entienden que el "cienaguerismo" ha sido pura cáscara electoral.

La fórmula perfecta para atrapar incautos. Como lo ha dicho el escritor cienaguero Clinton Ramírez: "ha sido un mecanismo servido para hacerle olvidar a los pobres las perradas de quienes, sin más, de la noche a la mañana, abanderan las causas de los desarrapados, asumen suyos ciertos valores cienagueros, a nombre de una identidad que a lo sumo circunscribe filiaciones al hecho fortuito de haber nacido dentro de las fronteras locales.

El asunto adquiría o adquiere el siguiente envase: "cienaguero vota cienaguero"; "pueblo: vota puro pueblo"; "cienaguero: a lo tuyo tú"; es decir, a la aceptación ciega de lo local como entidad metafísica dada que hay que defender de un invisible peligro externo.

Fórmula que a más de fomentar el etnocentrismo, de auspiciar peligrosas xenofobias -útiles a algunos- fomenta encubrimientos, maquilla la corrupción, borra el pasado de ignominia, pobreza y estancamiento. Los excesos, las trampas, enquistados aquí y allá, el efecto de estos purgantes son harto conocidos o padecidos".

Lo cierto es que Ciénaga sigue aún más enferma: más muerta dentro de ella misma, envuelta en el sudario vicioso del "cienaguerismo" más ramplón que quepa imaginar. La medicina ha sido más corrosiva que la enfermedad.

Un "cienaguerismo" que elude definiciones y presupuestos. Pura carne epidérmica a la que habría que adobar con ron y engalanar con fiestas-espectáculos a nombre de la tradición folclórica.

Identidad abusiva. Un "cienaguerismo" chato, incoherente, porque esos mismos fulanos que en elecciones atizaban o atizan las brasas de la cacareada identidad, del sentido de pertenencia, jamás han dejado de ser los áulicos y saca-micas de las élites políticas del Departamento.

El "cienaguerismo" ha sido pregón de muchos en beneficio de pocos.

Una mentira obligada a inventar veinte más para poder sostener su ilusa certeza. Si el "cienaguerismo" ha sido un pregón elaborado y asignado desde ciertos intereses de la política, sin una interpelación intersubjetiva de quienes componen el colectivo social, estamos más ante un arquetipo idealizado que ante una verdadera identidad. El "cienaguerismo" en este caso no tiene sentido más allá de la manipulación desmesurada de sentimientos por un lugar donde se nació o se vive.

En sus años de existencia no ha hecho sentido de identificación no solo para quienes lo asumen, sino también para aquellos que no lo asumen. Bajo la bandera del "cienaguerismo" han penetrado al poblado por todos los poros toda clase de artimañas para que 'los de afuera' esquilmen el patrimonio material y espiritual del ente territorial.

Sobre esto son muy pocos de los que ensalzando el 'alma patria' asumen una postura digna.

El llamado, continúa el escritor cienaguero Clinton Ramírez, es a "recuperar el sentido universal, amplio, inteligente que siempre ha distinguido a Ciénaga. Ciénaga es algo más que un territorio biodiverso, una geografía espectacular, cuenta con el origen multirracial de su sangre, que no es un dato menor.

Marca de clase, socialmente concebida, como para que sin más, de la noche a la mañana, la ciudad de la sal de espuma abjure de su propia sustancia histórica: el mestizaje profundo al que debe la indiscutible riqueza humana y cultural, más allá de la pobreza, la exclusión y la falta de oportunidades". El "cienaguerismo", que no cienagueridad, es una trampa para incautos en la cual no podemos volver a caer.



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