Llegó la hora de apretarse el cinturón

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El Pájaro de Perogrullo

El Pájaro de Perogrullo

Columna: Opinión

e-mail: jplievano@outlook.com



La enfermedad holandesa no es más que una noche de copas dónde al día siguiente queda sólo el guayabo. Pasó exactamente eso. Nos embriagamos con los dólares del petróleo y ahora tenemos guayabo. Por años el país dependió de la minería y el petróleo. Se revaluó el peso con la subsecuente pérdida de la competitividad dela industria y el campo, la quiebra de empresas y la disminución de la inversión en estos sectores. Las exportaciones de los productos tradicionales y no tradicionales (diferentes a las de minería y petróleo) se redujeron. Las importaciones con dólares baratos remplazaron parte de la producción y consumo interno.

 

El Estado gastó y se volvió el gran empleador. Se contrató más gente aumentando la burocracia y se gastó más en "inversión social" bajo el esquema de dar el pez y no enseñar a pescar. Además, si esto fuera poco, se hicieron reformas tributarias extractivas que desincentivaron la inversión. N

o fue suficiente para el Gobierno el festival de dólares petrolero y minero. El Gobierno gastó a manos llenas. Fue tal la voracidad que hasta se inventaron el cuento de "repartir la mermelada en toda la tostada" y con ese cuento centralizaron parte de las regalías. Ahora tenemos la inflación disparada, un crecimiento económico débil, una devaluación imparable, la inversión frenada y un déficit fiscal rampante, sin contar con el efecto que todo ello tendrá a corto plazo en la tasa de desempleo. Es tal el desequilibrio macroeconómico que por ejemplo el déficit de la cuenta corriente comercial está disparado como consecuencia de la caída de los precios del petróleo. Ni siquiera tasas de Col$3.300 por dólar la equilibran.

Hay más importaciones que exportaciones y la inversión extranjera en sectores diferentes al minero-energético no logran suplir el déficit. No se vislumbran tampoco a corto plazo aumentos en la producción en los sectores nacionales industrial o agrario que compensen. En fin, todo un desastre.

Cantado además. No ahorramos para las vacas flacas y nos llegó la hora de apretarnos el cinturón sin tanque de reserva. Si hay déficit fiscal no puede hacer el Gobierno reformas tributarias adicionales para seguir pidiendo más y más. Hay que recortar la burocracia, los gastos de funcionamiento, la propaganda oficial, los viajes, etc. Hay también que recortar las partidas de "inversión social" inventadas en el esquema de regalar el pez y no enseñar a pescar, diseñadas para conseguir votos y popularidad.

Y sobre todo, hay que combatir la corrupción. Debemos entender y tener claro que genera más crecimiento económico y bienestar un peso en manos de nuestros empresarios para que inviertan y produzcan, que en manos del Gobierno para que gaste y despilfarre. Si no se hace así, y por el contrario aumentan el IVA y el impuesto de renta (y ahora el mal inventado CREE), el consumo y la inversión disminuirán y la economía colombiana entrará en catarsis.

Se tuvo la oportunidad de ahorrar y fomentar a los sectores industriales y agrario cuando se tenían los dólares del petróleo y la minería. Pero en lugar de ello se satanizaron las ayudas a la producción y las exenciones o deducciones tributarias a la inversión. Fueron vistas como espurias. El Gobierno prefirió recaudar más, con más impuestos, ahorcando a las empresas, lo que combinado con la revaluación del peso terminó deteriorando el aparato productivo del país y disminuyendo la inversión nacional y extranjera (en sectores diferentes al minero-energético). Ahora nos toca ajustarnos el cinturón por más doloroso que sea.