Regalando los bienes de todos

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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



La semana que terminó fue una muy movida en términos económicos y financieros. Por primera vez desde el 2009, el petróleo estuvo por debajo de los $30 dólares. Además las bolsas de todo el mundo se comportaron de manera errática, especialmente la de China, debido a los datos económicos del gigante asiático. Hay mucho nerviosismo en los mercados porque el grado de incertidumbre es grande.

 

El diagnóstico de crecimiento para todas las economías ha sido reducido drásticamente, y se espera que el impacto en las economías emergentes, por depender de las materias primas, sea dramático. En nuestro país el gobierno Santos vendió Isagén a pesar de la oposición generalizada.

Supuestamente el dinero obtenido de la venta será utilizado para financiar los proyectos de infraestructura de cuarta generación. Según el DNP los recursos obtenidos lograrán apalancar proyectos hasta por 33 billones de pesos. Asegura el mismo Gaviria, que supuestamente la compañía se vendió 40% por encima de su valor. La primera afirmación puede que sea cierta pero la segunda no. Los inversionistas antes de ser una inversión hacen un riguroso análisis financiero -duediligence- de la inversión incluyendo la valoración del bien a comprar. De tal forma que es improbable que la compañía Brookfield haya pagado de más por Isagén. Nos creen y los creen -a Brookfield- idiotas.

Quizás la explicación más probable del supuesto sobre pago es que el gobierno realmente no sabía el precio real, y es muy probable que la haya vendido por debajo de su justo precio. Porque si fuera cierto que Brookfield pagó mucho más de lo que vale el bien, la justificación financiera de la inversión, es decir la rentabilidad esperada, saldrá del bolsillo y del sudor y de las lágrimas de los colombianos. Como ya mencioné, las directivas de Brookfield están legal y estatutariamente obligadas a maximizar el valor de sus dueños. Invertir a pérdida a sabiendas o negligentemente, sería una violación legal que incluso acarrea sanción penal.

Claro está que el gobierno no podía decirnos que la verdadera motivación de la venta es política, y que más allá de lo obvio, lo cual son las inversiones de las obras de cuarta generación, hay otros intereses mucho más determinantes que llevaron al gobierno a regalar Isagén. Lo político camuflado bajo otras consideraciones.

Tiene lógica que cuando las economías se desaceleran, los gobiernos por medio de la inversión pública sean los llamados a revitalizarlas. Ante el panorama desalentador de crecimiento para Colombia, el gobierno necesitaba recursos para estimular el crecimiento, y ¿qué mejor, por lo fácil, que vender Isagén? Suficientes recursos como para una especie de súper Pipe.  Santos aspira a terminar su mandato montado en caballito blanco.

La apuesta -no olvidemos que Santos es jugador de Póker-  es que la tempestad pasará pronto y que la paz va a ser un dinamizador importante de la economía.  El problema es que la tempestad mundial de los mercados y las economías va a durar un buen rato. De hecho todos los indicadores muestran que estamos más cerca de una nueva recesión mundial que de cualquier otra cosa, en donde la mayoría de las economías emergentes tienen las arcas vacías.

Por otro lado, el impacto positivo de la paz sólo se verá en el mediano y largo plazo, ya que en el corto plazo va a tener un impacto negativo en el crecimiento. El gobierno actúa irresponsablemente y con el deseo, cuando ante la incertidumbre presente actúa con base en el mejor escenario posible, aunque sea el más improbable.

Santos pretende posicionarse ante la opinión publica de forma tal, y respaldado por la chequera  -que dicho sea de paso no es de él sino de los colombianos-  para elegir a dedo a su sucesor.  Aunque Vargas Lleras cree que es él, yo no estaría tan seguro.  En esta historia de traiciones e infamias todavía falta mucha tela por cortar.

La pregunta del millón es: ¿y después de Santos qué? Es predecible que el impulso de las inversiones logren apalancar al próximo presidente en sus dos primeros años; después no sabemos. Lo que si sabemos hoy es que no tendremos un activo valioso como reserva.

Por el lado positivo, gracias a Dios el galeón San José descansa en el lecho del mar profundo porque si Santos hubiera podido echarle mano, no sabemos de lo que hubiera sido capaz.  El San José es el cucayo de la olla.



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