Réquiem por un plebiscito

Columnas de Opinión
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Escrito por:

José Lopez Hurtado

José Lopez Hurtado

Columna: Opinión

e-mail: joselopezhurtado13@yahoo.es



La Constitución colombiana de 1991 consagró la iniciativa popular, el referendo, la  consulta, la asamblea constituyente, el plebiscito y el cabildo popular, como mecanismos para que el pueblo se manifestara a través del voto, en los grandes temas de interés nacional, herramientas éstas  que fueron desarrolladas por la Ley 134/94, que  los reglamentó.

 

Y por supuesto, que el tema de los acuerdos de paz, así se dijera en un principio desde las más altas instancias del poder, incluida la propia FiscalÍa  General de la Nación, que no necesitaban su validación,  podía escapar  al control popular. Es por eso, que, estimamos, no tenía ninguna presentación decorosa  dentro de las fronteras patrias, ni menos en el escenario internacional, que los acuerdos logrados para terminar cinco décadas de violencia, que impidieron el avance del país y sus gentes, escaparan al escrutinio público.

En estos momentos, y con mensaje de urgencia, el gobierno ha presentado al Congreso un proyecto de ley estatutaria para introducir las modificaciones necesarias (¡) a la figura del Plebiscito, escogido en últimas, y que deberán votar los colombianos a mediados del año entrante.

Modificaciones que suponemos, porque, como lo reseñábamos en ocasión pasada, el  sigilo sigue presidiendo todo lo que atañe al  proceso, tendrán que ver con el "umbral", es decir el número de votos que se exigen para que la votación sea válida y vinculante sus resultados, y que actualmente, por disposición legal, debe alcanzar la mayoría calificada, es decir la inalcanzable cifra de 16.8 millones de ciudadanos según el censo electoral, por la de la mayoría simple, es decir, llanamente, cualquiera sea la votación que se registre. Atropelladamente el gobierno nacional quiere sacar esta iniciativa adelante, como sea, y tal pareciera que la refrendación popular de los acuerdos, simplemente será un canto a la bandera, un mero asunto de forma, como para acallar las voces que desde la academia y de sectores contestatarios, exigen la real y consciente participación ciudadana en la aprobación de los acuerdos.

Porque los colombianos, con este simple mecanismo, que de aprobarse en el Congreso, pasaría a control automático de la Corte Constitucional y después a sanción presidencial,  solamente tendrían dos opciones, la positiva y la negativa, el si o el no, pero desconociendo el contenido de lo que está votando.

Qué del cuerpo de los acuerdos alcanzados con la guerrilla, qué sobre su legítimo derecho a saber sobre la reparación a las víctimas, qué de su  necesidad de enterarse  sobre la entrega de armas de los subversivos, qué del texto y de la letra menuda sobre la justicia transicional y sobre los delitos de lesa humanidad, que ensangrentaron las ciudades y los pueblos de Colombia.

Parece ser que el si o el no del plebiscito que se pondrá a consideración de los colombianos, acallará sin respuesta, todos estos interrogantes. Monosílabos que, en últimas ocultarán el verdadero alcance de los acuerdos logrados tras tres largos años de conversaciones,  e impedirá conocer el proyecto de vida futuro de la Colombia sangrante tras cinco décadas de muerte y violencia.