Se desnudó la política colombiana

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Cecilia Lopez Montaño

Cecilia Lopez Montaño

Columnista Invitada

e-mail: cecilia@cecilialopez.com



Lo colectivo, lo público, el bienestar general quedaron enterrados y fueron suplantados por ese individualismo cortoplacista, egoísta.

 

Si a alguien le quedaba alguna duda sobre el nivel tan bajo al que ha caído la política colombiana en muchas regiones, esta campaña que terminó el 25 de octubre se la despeja.

Lo destacable son cosas realmente vergonzosas: candidatos elegidos que jamás tendrían la más mínima posibilidad en una sociedad que tuviera algún respeto por sí misma, no solo por actos corruptos, sino por su poca preparación para manejar un departamento, una pequeña ciudad, una asamblea departamental o un concejo municipal. Ríos de dinero cuya procedencia es cuestionable, bien porque viene de actividades ilícitas, o porque se emplea para contratar de antemano obras que terminarán en nada, gastando billones.

Si esto no se detiene, continuará agravándose la crisis de la política colombiana. Esta realidad saca de las campañas, y del ejercicio mismo de la política en áreas del país, a cualquier hombre o mujer realmente decente que tenga verdadera vocación política. Ante la dudosa calidad de muchos de los postulados para estos cargos, hoy algunos de los ya elegidos reciben la noticia en la cárcel, o van a llegar a ella después de posesionados.

La primera pregunta tiene que ver con lo que sucederá después de los acuerdos con la guerrilla. Como lo que se ha elegido es la nómina de mandatarios locales, y es allí donde se debe empezar a construir ese nuevo país, ¿de qué territorios estamos hablando?

Cuando se supone que ahora sí el Estado podrá empezar a recuperar el control perdido en muchas zonas críticas, ¿cómo lo logrará cuando en estas elecciones han salido fortalecidos los feudos locales y, ahora, regionales? Y no se trata solo de 'paras', mafiosos, ladrones, sino de políticos reconocidos como eficientes, que, aliados con personajes de quinta, dominarán regiones -como es el caso de la familia Char en la región caribe-.

La segunda pregunta es: ¿cómo es posible que Dilian Francisca Toro haya sido elegida gobernadora del Valle con el mayor apoyo regional? Que los pobres de ese departamento, a los cuales les ha dado puesticos y dádivas, estén con ella vaya y venga; pero que los 'cacaos' de ese departamento también piensen que ella lo haría bien es incomprensible, a menos que se entienda por 'bien' su mayor capacidad de influencia para que no se les dañen sus negocios. Es el caso del Magdalena, del Cesar y de Córdoba, y muchos otros departamentos que caerán en manos de personajes cuyos familiares, promotores, o ellos mismos, ostentan un pasado oscuro.

Las preguntas finales son: ¿qué le pasó al electorado colombiano de parte del país que respalda esta horrorosa forma de hacer política? ¿Por qué votan por semejantes exponentes de todo lo que no debería ser un líder político? Los malos no son solo los candidatos y esos líderes de unos partidos políticos descarados, inescrupulosos e irresponsables.

A todo nivel, se perdió el valor real de la política. Lo colectivo, lo público, el bienestar general quedaron enterrados y fueron suplantados por ese individualismo cortopla-cista, egoísta, sobre todo de quienes a conciencia saben que han contribuido a que esta profesión se deteriore de esta manera.

La política en Colombia se convirtió -con honrosas excepciones- en el refugio de muchos inescrupulosos, donde cada vez más llegan los malos y se 'queman' los buenos.

Debería haber un juicio de responsabilidades, del cual se salvarían pocos. Cómo se sentirá Cambio Radical, cuyos votos se olvidaron de la ética, como en La Guajira, entre otros. O cómo estará el Partido Liberal, no solo por la triste pérdida de Pardo en Bogotá, sino por personajes como el gobernador de Santander.