¡Desmovilícense!

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



La firma del acuerdo sobre justicia transicional, como era de esperarse, ha provocado reacciones diversas, algunas de estas irracionales.  La mayor objeción que se le hace al acuerdo es la de que deja en la impunidad delitos cometidos por las Farc.  Objeción esgrimida principalmente por el senador Uribe, el Centro Democrático, Pastrana y el partido Conservador.

 

La histeria demostrada por los mencionados es pueril.  Un análisis desapasionado y ponderado quizás los llevaría a otras conclusiones y a comportamientos acordes con las circunstancias.  Se han dejado arrastrar por un torbellino de pasiones y odios.  Anclados en el pasado, se resisten a mirar a futuro.

Las Farc, a diferencia de los paramilitares, tienen reconocimiento como fuerza beligerante y estatus político, no obstante el calificativo de terrorista dado por los Estados Unidos y la Unión Europea.  Además, el calificativo de terroristas no es compartido por todos los países, a punto tal que algunos países de la región les prestan apoyo logístico y financiero. 

Las Farc tienen una historia de más de 50 años y tienen control territorial en algunas partes del país. Históricamente fueron actores protagónicos en la confrontación militar- ideológica durante el periodo de la guerra fría. La ideología con la que históricamente se arroparon, terminada ya la guerra fría, las llevó a buscar apoyo de gobiernos afines en la región y fuera de ella.

Dadas así las cosas, la negociación con las Farc es desde todas las aristas, cualitativamente  diferente a la que se dio con los paramilitares.  Estos últimos actuaron como apéndice del estado, y  son doctrinaria e ideológicamente afines con este.  Con los paramilitares no hubo una negociación entre adversarios sino una desmovilización y entrega de armas.  Por el contrario, con las Farc se negocia con un mini estado.  La negociación con los paramilitares fue en esencia un proceso jurídico, mientras que el que se está dando con las Farc es esencialmente político. En un proceso de naturaleza política se espera y se necesita flexibilidad jurídica para alcanzar, o mejor dicho avanzar, en la consecución del bien común.

No me espanta ni me sorprende el hecho que la negociación haya dado como fruto un grado considerable de impunidad.  Ambas partes deben hacer concesiones que sean lo suficientemente valiosas como para persuadir a la otra parte para llegar a un acuerdo.  De los elementos que conforman la pena, el estado renunció a la venganza.  Muchos se sorprenderán de que mencione la venganza pero cualquier abogado penalista entiende que en lo penal el individuo renuncia a la venganza privada a favor del estado.

La experiencia en conflictos semejantes indica que para lograr el acuerdo se debe renunciar a la venganza (¡que paguen cárcel!) y que mira hacia el pasado, y enfocarse en lo que permite construir un futuro: verdad y reparación. 

El mayor nivel de impunidad posible a la luz de las normas internacionales era necesario para terminar un conflicto armado de más de cincuenta años, y en el cual la degradación de las Farc, las había llevado a meterse de lleno en actividades también muy dañinas para el país mas allá de los muertos, como lo son narcotráfico, minería ilegal, atentados a la infraestructura petrolera, entre otras.

Si el problema fuera la impunidad y si nos vamos a poner legalistas, más de medio país debería estar tras las rejas pagando penas.  Y tendríamos que comenzar con un par de ex presidentes de la república que tienen cuentas pendientes con la justicia, pero que gracias a nuestra disfuncionalidad institucional, nadie les ha podido tocar un solo cabello. ¿Quieren más pruebas de impunidad?

Algunos de los más aguerridos y férreos opositores del acuerdo de justicia transicional tienen una viga gigantesca metida en el ojo, pero están mirando la paja en el ojo ajeno. Así sea por vergüenza, deberían quedarse callados. 

Como dicen por ahí, ten cuidado con lo que pides, no sea que te lo den.  No sea que de tanto pedir justicia para los otros, les llegue a ellos también, que buena falta que les hace a ellos y al país.  Ojo con lo que piden, no sea que tengamos que reescribir los libros de historia.