De la trashumancia y otros delitos

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



Ad portas del debate electoral, las alarmas están encendidas por cuenta del delito de trashumancia de votos, entre otros delitos políticos.  La trashumancia se financia con ríos de dineros de dudosa procedencia que hacen su presencia en muchas campañas políticas.  La perturbación de la democracia va más allá y toca la puerta misma del ente responsable de administrar el proceso electoral con los famosos chocorazos.

 

No es un fenómeno nuevo en el mundo ni en Colombia, en donde han sucedido cosas insólitas como que se va la luz y cuando vuelve, gana el que iba perdiendo por abrumadora mayoría.  Realmente tenemos un ejercicio democrático demasiado imperfecto que hace posible que con demasiada frecuencia la corrupción y la trampa sean los que decidan quién nos gobierna.  Ganar en Colombia con unos cuantos miles de votos, el día de las elecciones no es garantía de nada.  En contraste, pienso en el resultado de las primarias presidenciales en donde Romney supuestamente ganó por solo ocho votos en uno de los estados sin que nadie cuestionara el resultado. 

A la postre y en un segundo conteo, ganó Santorum por el mismo número de votos sin que nadie lo cuestionara.  Esto último deja en evidencia la confianza tanto de los candidatos como de los electores en el sistema y en la agencia que maneja el proceso electoral. Mucho se dice de la necesidad de renovar y reformar el sistema electoral sin que a la postre se haya hecho nada efectivo.  Considero que ante una democracia sitiada por la corrupción hay que hacer cambios fundamentales a la Registraduría, hacer una mayor y mejor control a la financiación de las campañas, y unas sanciones penales mucho más severas.Hay que diseñar otra forma de elegir a los candidatos. 

Se me ocurre que se puede hacer un mayor control, si no hay elecciones generales, fuera de la de presidente.  El congreso se puede renovar por partes; es decir, que cada dos años se renueva parte del Congreso por regiones, y se hace que coincida con las elecciones locales.  Esto haría más difícil cometer delitos electorales, ya que la asignación de los recursos que hoy se distribuyen por todo el país, se concentrarían en unas pocas regiones.  Habría una mejor vigilancia y manejo del proceso. 

Ejemplo específico para que haya claridad.  En el 2017 habría elección únicamente en los departamentos de la Costa Caribe para todos los cargos de elección popular.  En el 2019 se hace lo propio con la región cafetera y en 2021 con la región pacífica, y así sucesivamente.

 Creo que esto además tendría la ventaja de aumentar la participación ciudadana, e incluso podría hacer mucho más viable que el Estado financie las campañas y no se permita dineros distintos a los del Estado en ninguna campaña.  Entre otras ventajas, permitiría que los entes de control también pudieran concentrar sus esfuerzos por zonas para detectar actos de corrupción administrativa cuyo propósito es favorecer ciertas campañas.

Ni qué decir, que el cubrimiento más enfocado de los medios, hoy elemento de control importantísimo ante las falencias institucionales, permitiría desenmascarar a los candidatos corruptos e informar mejor a la opinión pública. 

 En pleno siglo 21, en donde las autoridades tienen a su alcance todos los medios para controlar y vigilar casi que cualquier actividad ciudadana, es increíble que en términos de la calidad del proceso electoral, Colombia siga retrocediendo.  Cada elección es peor que la anterior. Algo tenemos que hacer.  Lastimosamente, estos cambios tendrían que pasar por las manos de quienes hoy son los más grandes perturbadores de la democracia y quienes serían los más perjudicados.  Sin embargo, hay que buscar una vía alterna de cambio porque seguir como vamos no es posible.