Cuestión de cultura

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Carlos Payares González

Carlos Payares González

Columna: Pan y Vino

e-mail: carlospayaresgonzalez@hotmail.com



Sorprende escuchar en la radio al representante de la cultura del municipio de Ciénaga cuando intentó ofrecer explicaciones del comentado 'aguacero de botellas' ocurrido en la Plazoleta Digna Cabas durante las pasadas Festividades del Caimán. Un bochornoso hecho que terminó descalabrando o magullando alrededor de siete decenas de personas en una misma noche. De sus palabras se deriva que el suceso se debió a la presencia de ciertas 'personas desadaptadas' con un ánimo protervo y hasta conspirativo. Termina el funcionario reconociendo la existencia de 'una cultura' por parte de los cienagueros, lo que lo lleva a concluir que dicho desmán fue ocasionado por gente 'sin cultura' ajena al terruño de la sal de espuma.

De no haber sido por el importante cargo que representa (el de la cultura) lo dicho no tendría diferente transcendencia a la de ser un juicio de valor como tantos otros existentes. Sin embargo, para que un funcionario pueda ejercer un cargo con la prestancia requerida, la más primaria condición es la de tener algún dominio sobre el tema. De esta manera se hubiese dado cuenta que en vez de explicar (o de justificar) el prevenible hecho, ha incurrido en una azotaina al Establecimiento que representa, cosa que no era su deseado propósito.

Lo primero es que los fenómenos de 'desadaptación social' (aunque prefiero inadaptación social) se deben interpretar teniendo en cuenta el medio social en el que se desenvuelven las personas. La desadaptación, por lo tanto, debe ser entendida como un proceso, como algo que se construye tanto en la historia individual como grupal. Desde las ciencias sociales el problema de la desadaptación se manifiesta en ambientes carenciales y en procesos de desestructuración social, circunstancia que ocurre cuando no median instancias protectoras y correctoras. A lo señalado se le añade la carencia o déficit para la vida expresada en perturbaciones, explotaciones, discriminaciones, etc. Si todas estas circunstancias no son atendidas oportunamente por la sociedad se puede prever una evolución negativa o 'desadaptada' de las personas.

Por el contrario, una socialización positiva se consigue cuando las personas tienen la oportunidad de participar constructivamente, cuando desarrollan habilidades necesarias para participar con éxito y cuando las personas con las que interactúan gratifican de manera consistente los comportamientos deseados y buscados. De manera que reconocer la existencia de 'desadaptados' es reconocer la incapacidad del Estado y de la sociedad para ofrecer posibilidades de una vida digna. ¿Qué más se puede engendrar en una sociedad con signos claros de decadencia?

Los individuos que se desarrollan en un entorno social deteriorado, dada la distancia que existe entre sus metas y las permitidas por el sistema social, y de los difíciles medios de que se dispone para acceder a ellas, pueden desarrollar un comportamiento desadaptado respecto a las leyes y normas imperantes. Existe suficiente evidencia empírica de que en la vida colectiva la desadaptación se ve favorecida por la exclusión y la marginalidad. ¿Y qué decir entonces cuando 'los de arriba' no dan buen ejemplo?

Lo segundo es que decir que 'un pueblo tiene cultura' equivale a decir que un mar, o río, o laguna tiene agua. La cultura es un fenómeno distintivo de todos los seres humanos, lo que los coloca en una posición diferente a la de los animales. La cultura es el conjunto de conocimientos y saberes acumulados por la humanidad a lo largo de milenios de historia. Las manifestaciones culturales se expresan de manera plural puesto que están en todas las sociedades sin distinción de etnias, ubicación geográfica o momento histórico. Confundir cultura con buenos modales o refinamientos sociales es una mirada famélica de un tema que aún sigue siendo polémico entre científicos sociales.

Todo parece indicar que la organización que adoptan los seres humanos para el trabajo y la distribución social de sus frutos constituye la base de la cultura de un pueblo o de una sociedad. No es concebible una relación social sin reglas de conducta, sin discursos de legitimación, sin prácticas de poder, sin costumbres y hábitos permanentes de comportamiento. Todo pueblo, al tener su historia, tiene sus propias manifestaciones culturales. Muchos de los comportamientos indeseados se explican mejor en función de las relaciones establecidas entre quienes dominan el sistema socioeconómico y sus subalternos. Muchas veces estas expresiones de rebeldía o violencia son el resultado lógico de la inaceptación a un grupo dominante que se legitima imponiendo sus normas y desafueros para que los dominados terminen reconociendo como deseable la dominación. ¿Acaso la sociedad cienaguera es una sociedad digna, organizada y progresista? Sin justificar estas y otras manifestaciones de violencia, es antojadizo tratar al pueblo como si fuese él mismo el responsable de sus propias miserias.