Cuidado: locos sueltos

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Hernando Pacific Gnecco

Hernando Pacific Gnecco

Columna: Coloquios y Apostillas

e-mail: hernando_pacific@hotmail.com



¿Cree usted que hay mucha diferencia en el reciente comportamiento de Trump, Maduro, Samper, Pastrana o Uribe? Las circunstancias y las formas son distintas pero el fondo y el discurso son similares. Intolerancia, irrespeto y agresividad hacia sus semejantes. (Tranquilos todos: desde ya espero la catarata de epítetos desobligantes desde esas trincheras radicales, ciegas y obcecadas, nada nuevo).

 

El magnate gringo Donald Trump, con el único propósito de visibilizarse electoralmente, desboca sus sórdidos instintos fóbicos, llegando al borde de la insania (o, ¿traspasándolo?): naturalmente, la ultraderecha estadounidense se siente representada en los odios viscerales del "pelucón", olvidando que esa nación norteamericana se erigió grandiosa gracias a los inmigrantes quienes, desde todo el planeta, llegaron a dar lo mejor de sí; también, que a los verdaderos nativos casi los exterminan los primeros colonos, hoy xenófobos.

Claro, hay muchos inmigrantes ilegales y, entre ellos, surgen delincuentes pero pocos entran específicamente a delinquir. No son ellos los responsables de los altibajos en Wall Street, de los precios internacionales del petróleo o de la avaricia de empresarios que, como el mismo Trump, usan la mano de obra de otros países para enriquecerse más. Al mejor estilo de los alemanes orientales, ofrece un larguísimo muro para evitar la entrada de latinos, sus demonios.

Mientras tanto, el presidente Maduro cierra la frontera colombo-venezolana erigiendo un muro militar y culpando de su propia ignorancia e incompetencia a los menesterosos colombianos, y de la visible corrupción de los funcionarios públicos venezolanos, quienes manejan la línea divisoria a su antojo, impenetrable o porosa a conveniencia. Saben los gobernantes "rojos rojitos" de su decadente favorabilidad, que sólo con populismo nacionalista pueden recuperar algo de ella, mientras el hambre campea y la inseguridad desuela al país vecino.

Sí, "señor" Maduro. Hay paramilitares transitando a lado y lado de la frontera, pero también refugios guerrilleros allá, como hay delincuentes de ambas naciones. Y, obviamente, hay contrabando, gracias a sus fracasadas políticas económicas. Pero sobre todo, hay gente honesta y buena rebuscando la vida: son la inmensa mayoría. Sus argumentos, Maduro, parece herrumbre extraída de los extintos manuales del insepulto fantasma soviético.

El expresidente Álvaro Uribe, en un acto populista y demagógico, llega a la frontera megáfono en mano a exacerbar los ánimos de muchos colombianos doblemente damnificados: por el desplazamiento forzado en Colombia que los llevó a Venezuela, y ahora por la expulsión de allá.

Cuando eso sucede, hay que apoyar al gobierno y ayudar a las víctimas de semejantes atrocidades, pero no con el populismo de insignificantes mercados o arengas disociadoras. Los uribistas que hoy exigen confrontación armada son los mismos que pidieron prudencia cuando Chávez amenazó con guerra y movilizó sus tropas hacia la frontera.

En esa ocasión, toda la nación apoyó el silencio de Uribe a las provocaciones bélicas de Chávez. Sus alfiles y seguidores callaron también con los millones de desplazados por la guerra durante su gobierno ("migrantes internos", decía el inefable "ideólogo"), por los sempiternos desalojos armados en Colombia, y por la desgracias de los indígenas en La Guajira. ¿Esos no merecen tanta indignación como los expulsados de Venezuela? El expresidente Pastrana, oportunista, aparece también de crítico del gobierno colombiano, pero, ¿qué hizo en su momento por ellos?

A las Farc, previsiblemente, les parece bien que expulsen a sus compatriotas de Venezuela. El actual secretario general de la Unasur, Ernesto Samper y la izquierda radical colombiana toman partido por el gobierno venezolano, silenciado sus voces siempre protestantes, o apoyando las atrocidades de Maduro y de la Guardia Nacional Venezolana. Como sus contradictores de la derecha radical, solo ven y escuchan a conveniencia. Las ONG, como HRW y otras que se dicen defensoras de los derechos humanos, no resuellan por ninguna parte.

En medio de la locura colectiva de nosotros mismos y el mundo que nos rodea, sólo el presidente Santos y el expresidente Gaviria parecen guardar cordura. La prudencia siempre ha sido buena consejera, y de ello ambos han hecho gala. Gaviria, invitando a la unión sólida y a la sabia sensatez, y Santos manteniendo la ecuanimidad, evitando la confrontación verbal y la armada: no ha pisado las cáscaras bélicas del chavismo ramplón.

Corresponde encerrar y calmar a tanto loco suelto, y encontrar a quien darles las llaves del manicomio nacional.