¿Y qué tal si el presidente se amarra los pantalones?

Columnas de Opinión
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Escrito por:

José Noriega

José Noriega

Columna: Opinión

e-mail: jmartinnoriega@hotmail.com



Vergüenza, por decir lo menos, es lo que está sintiendo el pueblo colombiano ante los arrebatos estúpidos y absurdos promovidos por el payaso de Nicolás Maduro, quien encontrándose en la sin salida frente y ante su pueblo y oliendo el tocino de que él mismo va directamente hacia el precipicio, ha decidido arremeter en contra de los miles de compatriotas nuestros que residen allí en la patria de Bolívar desde hace muchos años y que hoy observan cómo el régimen despiadado y brutal de un fantoche con ínfulas de estadista, apoyado por la corruptela militar,

la ha emprendido contra ellos y tildándolos a todos de ser "paracos", ha ordenado demolerles sus ranchos y despedazar los pocos enseres que se encuentren en su interior, a la par que los llama delincuentes patrocinados por la "derecha" desde Bogotá y, mientras tanto, el gobierno colombiano se muestra aculillao y de manera medrosa y cobarde permite esos protervos comportamientos, vaya uno a saber si ese miedo es consecuencia de la triangulación existente con los diálogos que se fiestean en La Habana.

En medio de ese bartoleo político la diplomacia ya no sabe para dónde coger, entre Maduro y Santos, con una posición pendenciera y pirómana de parte del uno y la cobardía infame del otro, en el entendido de que si se habla fuerte, es muy posible que el estornudo se sienta en la Isla de Martí y allí sí, ni lo uno ni lo otro y se esfumarían las estúpidas ilusiones del presidente colombiano de ser nominado al premio nobel de paz y el resultado será otros ocho años perdidos en medio de la maraña absurda del comportamiento insensato de este lado de la frontera, en donde muchos siguen creyendo que esto no es más que salamería y mamadera de gallo, porque la realidad es otra diametralmente opuesta.

Sin embargo, esta diplomacia ya está rayando en la cobarde abyecta medrosidad de parte del gobierno colombiano que vive arrodillado frente al déspota y sátrapa venezolano que tiene ínfulas de redentor agrandado ante los vecinos, mientras su pueblo pasa física hambruna y soporta estúpidamente las atrocidades de un dictadorzuelo de pacotilla que en medio del caos y sin saber para dónde coger y ante la inminente paliza electoral que le dará la mesa de unidad nacional, busca el muerto río arriba y abre el paraguas como cortina de humo para echarle la culpa a Colombia de todas sus sandeces y estupideces.

De la canciller colombiana es mejor no hablar, porque produce rabia e indignación que siempre está justificando los improperios de Maduro con la diplomacia y acatando las medidas que de manera soberana implementa el ex conductor del metro de Caracas, más aun, cuando atiza la fogata diciendo que meterá preso a un ex presidente colombiano de quien dice es el exportador del paramilitarismo hacia allí y el forjador de cuánto problema padece la hermana república y patria de Bolívar, la misma que deberá pellizcarse y llenarse de valor para ponerlo en su sitio y mandarlo a freír espárragos, dándole su muenda política en las próximas elecciones y por fin puedan despertar de ese famélico sueño y buscar el renacer de la nación que posee la segunda reserva de petróleo más grande que tan solo ha servido para despilfarrarse en los últimos quince años, inicialmente por el demente teniente coronel que se creía el redentor y después por el ignorante e inmaduro Nicolás.

Ya es hora de que el gobierno colombiano se despoje de tanta pendejada diplomática y que el presidente acepte que no puede continuar en esa badulaque posición, mientras sus coterráneos en la frontera sufren vejámenes y despiadados ataques, como si fueran avezados delincuentes que ponen en peligro la institucionalidad venezolana, además de que es imperativo que, por un lado, los colombianos allí sientan que alguien los respalda y, por el otro, para que el reyezuelo entienda que no puede seguir atacando implacablemente a un pueblo sin que nadie le diga nada, no por diplomacia, sino por físico miedo de que el eco se sienta hasta en La Habana.

Ya sabemos que el presidente colombiano se ve dubitativo y pareciera faltarle arrojo para mostrase como un estadista y todo el vecindario se ha envalentonado contra nuestro pueblo y nadie lo respeta, por cuanto está enceguecido y confundido con el proceso de paz y no sabe para dónde coger y sencillamente está convirtiéndose en un pelele y hazmerreir de todos, nadie lo respeta y tampoco le creen, es sencillamente un cero a la izquierda, así que sería bueno que se amarrara los pantalones y defienda a su pueblo de esos arteros ataques que, si bien tienen visión política, despedazan sus ilusiones y sepultan décadas de vida y trabajo allí en esa nación.