Y la culpa es…

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Saúl Herrera Henríquez

Saúl Herrera Henríquez

Columna: Opinión

e-mail: saulherrera.h@gmail.com



Si vemos con rigurosidad las cosas inadecuadas e inconvenientes que pasan en nuestras administraciones locales y nacional, tenemos que concluir que todos somos culpables, aunque unos más que otros. Es cierto también que en estos tiempos somos dados a culpar a muchos y casi nunca a los verdaderos culpables de los desaciertos administrativos en el Estado, cuando es sabido por todos que los males que nos aquejan hoy son el resultado del deterioro político actual y pasado de deterioro político, económico, social y ambiental que desgastan la base social, lo que debe cambiar sustancialmente respecto del hoy.

Pocos se detienen a cuestionar la irresponsabilidad de quienes han sido los responsables de conducir nuestros destinos y el daño que han causado a las instituciones gubernamentales, lo cual toca advertir a conciencia y más en estos tiempos de campañas electorales, toda vez que es cotidiano ver día tras día todo lo vil y ruin que se observa entre quienes aspiran a ocupar curules, preocupados más por referir los males de sus contrincantes que por consolidar propuestas en beneficio colectivo y las soluciones a los problemas que nos aquejan.
Dimes y diretes de todo calibre se escuchan por doquier. Los actores de la vida política se exhiben y los exhiben en acciones poco edificantes para la sociedad. Se sabe de negocios "non santos" de los que se han valido a decir de muchos para acrecentar sus personales intereses con cargo al erario público, de lo cual se dicen inocentes con redomado cinismo y como si nada sucediera amparados en sus particulares estatus, lo que los define de pies a cabeza, situaciones de suyo grotescas y que, de haber un verdadero Estado de Derecho ya se les hubiese encauzado y relevados de sus responsabilidades públicas.

Tal situación no hace sino deteriorar, lastimar y debilitar la confianza de la gente en las instituciones, ofende a la sociedad con su mal comportamiento y sus actitudes, de ahí el malsano clima social que prevalece en muchas latitudes. Sin embargo, se sienten víctimas, se muestran perseguidos; y lo que es peor, siguen pensando que la sociedad les cree (aunque desafortunadamente muchas veces sucede) cuando esa misma sociedad (la sociedad no debilita a nadie) comprueba día con día su exigua labor al frente de las instituciones que ayer nos enorgullecieron y que hoy han sido arrasadas, siendo claro que no son las instituciones, sino quienes en su desmesura por tener poder, las han llevado más allá de los límites de la ineficiencia y la corrupción en que estamos.

Sin duda es el servidor público incapaz, corrupto e ineficiente quien ha llevado a la fractura al Estado con el riesgo de que el malestar social sea mayor al grado de hacer inviable el sistema democrático cada vez más debatido. Razón por las que tengamos la obligación de participar más, no hacerle caso a quienes aúpan la abstención. Es votar por los mejores. Apostarle a no equivocarnos. No hacerle el juego a las maquinarias para fin de no continuar con las prácticas abusivas que tan sólo van en procura la de destruir la arquitectura institucional que mucho trabajo ha costado instaurar.