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El Pájaro de Perogrullo

El Pájaro de Perogrullo

Columna: Opinión

e-mail: jplievano@outlook.com



Hace unos días viajé al exterior en avión. Normalmente ese tipo de viajes por avión suelen ser una verdadera tortura.

Pasar por los puntos de seguridad una de ellas, no sin contar las largas filas y espera y por supuesto el trato de "sospechosos" de lo que sea (terrorismo o narcotráfico) con el que las autoridades extranjeras miran a los Colombianos. Y a veces además le toca a uno la lotería:

El vecino preguntón o el niño llorón. Pero esta vez me tocó un señor maduro (alrededor de 70 años), serio con barba, ni gordo, ni flaco, pero corpulento, de aspecto melancólico y huraño. Se sentó a mi lado, para lo cual me tocó pararme y dejarlo pasar.

Una vez de vuelta en mi sitio me disponía a trabajar, cuando al desconocido y a mi nos tocó devuelta ponernos de pie y dejar pasar a una mujer. Era una mujer joven, no más de 25 años.

Bonita, o como dicen las mamás "bonitica", porque era linda pero no atractiva. Estando ya de vuelta en mi trabajo el extraño me dijo: "al fin estamos acomodados".

A esa frase de introducción siguieron 3 horas de una larga y entretenida charla. La impresión que daba el extraño de ser huraño y melancólico desapareció al dejar él ver su lado humano, científico y artístico. En esas pocas horas conocí a un hombre profundo, interesante y con ganas de vivir y conocer. Mi nuevo amigo resultó ser un Uruguayo de nombre Carlos A.

Caggiani, ingeniero mecánico, inventor con varias patentes, enamorado de la vida y de las mujeres (sus primeras dos esposas fallecieron, la segunda y su actual novia Colombiana), del trabajo a pesar de estar jubilado, de sus hijos y nietos, del bandoneón, de sus trabajos de escultura, y un ser humano con ganas de vivir y hacer vivir a los demás.

Escritor de varios libros entre ellos "huellas y horizontes", donde narra su épica aventura juvenil en los años sesentas de viaje en Motocicleta (una "Indian Welch") desde Uruguay hasta San Francisco y Nueva York y luego a Europa.

Para Carlos las cosas se pueden siempre mejorar, todo se puede mejorar y son los cambios los que traen el progreso al mundo. Los colombianos tuvimos la fortuna de que su segunda esposa era colombiana y ahora su creatividad está al servicio de la industria de las flores.

Por ello, me explicó un poco de sus recientes trabajos en flores. Para quien no sepa, la industria de las flores ha sufrido un constante incremento en sus costos, sin aumento del precio al consumidor y con una revaluación constante del peso.

El arma de los empresarios Colombianos por lo tanto ha sido tratar de mejorar la productividad mediante inversiones en tecnología que ahorren costos, sobre todo aquellos asociados a la mano de obra. Algunos no lo han entendido y se han quebrado.

Otros si lo entendieron logrando que sea el ingenio y la creatividad lo que determine su planeación estratégica para realizar las inversiones en tecnología que logren mayor competitividad y se aprovechen las oportunidades que se generan en un mundo globalizado.

De la charla con Carlos queda claro que el Gobierno Nacional debe hacer ingentes esfuerzos para que la industria y el campo sean competitivos, vía inversiones en tecnología y no a través reducción de aranceles, subsidios al precio o control de precios a los insumos, por cuanto ello ataca fuerzas del mercado que son inmanejables a nivel presupuestal en el largo plazo.

Esperemos que los hacedores de políticas públicas entiendan que la clave del éxito esta en el ingenio y la creatividad al servicio de los negocios y que la innovación genera productividad, como claramente me lo hizo ver y recordó el Señor Carlos A. Caggiani en nuestro entretenido encuentro casual en un avión.