El poder

Columnas de Opinión
Tamaño Letra
  • Smaller Small Medium Big Bigger

Escrito por:

Alvaro González Uribe

Alvaro González Uribe

Columna: El Taller de Aureliano

Web: http://eltallerdeaureliano.blogspot.com



¡De nuevo me ocupo del poder! Luego de observar decenas de personas amigas y otras no tanto, de conocer noticias y de leer la historia, me nació una gran inquietud sobre el poder y sus efectos en quienes lo ostentan. No es un tema nuevo, pero me gusta reflexionar sobre él porque se personifica y actualiza día tras día en todo el mundo.

¿Por qué razón una persona cambia tanto cuando tiene poder, hasta el punto de transformarse? Es más un tema de psicólogos y sociólogos que de profesionales de otras disciplinas relacionadas con política o administración, así a veces sea también una estrategia para permanecer en el mismo poder, aunque ciertos desmanes parezcan anunciar consecuencias contrarias.

Se trata de una suerte de mutación mental inherente a la condición humana, aunque no generalizada porque hay excepciones maravillosas. Los individuos cambian con el poder, y alteran su personalidad y conductas, no sólo en los ámbitos públicos, sino también en los privados y muy seguramente en el interno.

Es tan humano el fenómeno, que no importa cuál sea la ideología política, la actividad, el espacio geográfico, la jurisdicción ni el origen del poder ostentado: siempre se presenta el cambio y las características varían muy poco. Es como si sólo existiera un ropaje real único, sea cual fuere el reino.

En la historia antigua, en la reciente y en la actualidad, es posible recoger una muestra, extracto o zumo de poder, característico de casi todos los personajes que lo poseen. Da igual: pueden haber sido o ser emperadores, reyes, faraones, césares, sultanes, papas, incas, zipas, presidentes, premieres, dictadores, káiseres o comandantes, títulos asumidos, ganados, robados, heredados o recibidos.

Hace poco estuve leyendo algo de historia universal, y cuando me topaba con personajes tan diversos como Alejandro Magno, Napoleón, César Borgia, Bolívar, Pedro el Grande, Enrique VIII, Hitler, Leonidas Trujillo o Moctezuma, me llegaban a la mente varios presidentes o dictadores recientes o actuales que hoy gobiernan en diferentes partes del mundo. Cortados por la misma tijera, con iguales defectos y cualidades -que también las tienen, como todos los humanos- y hasta rasgos físicos similares cuando es posible conocerlos.

¿El ser humano tiene que ser siempre tan permeable a las externalidades? No creo. Entre varios, en Colombia por ejemplo tenemos el caso de Alberto Lleras Camargo que nunca se transfiguró.

Cuando hay inmadurez y se padecen vacíos humanos, el poder embriaga y traslada las mentes de sus portadores a planos irreales. Los inciensos del poder llevan a mundos alucinados, a férreos estuches sólo penetrables por los sanedrines de turno, que crean esos parques de fantasía a la medida de sus príncipes. Son escenarios montados a espaldas del mundo real, lo cual siempre va horadando los pedestales hasta derrumbarlos tarde que temprano.

Pero el pueblo inmediatamente encarama otro soberano. Por tanto, analizar el poder es analizar también la conciencia colectiva; esa es la otra parte del poder, su sustento y a la vez contracara: la sociedad reclama líderes o caudillos sean cuales fueren. Para muchos es mejor tener a quien obedecer que ser obedecidos, pues esto implica pensar y tomar decisiones: ser responsable. Cuando otro es el que manda y piensa por uno, la vida es más cómoda, uno se limita a flotar y a mecerse al vaivén de las órdenes de otro.

Los famosos dictadores latinoamericanos, aunque no diferentes a sus similares de la historia y del resto del mundo, son nuestro caso más cercano para analizar. Dice Martha Canfield citada por Cristo Rafael Figueroa en "El patriarca Zacarías Alvarado y los dictadores del Caribe" (Travesías por la geografía garciamarqueana, Universidad Tecnológica de Bolívar, 2009): "Quizá en la memoria colectiva hispanoamericana, luego de que los españoles destruyeran los viejos ídolos indígenas, la necesidad de contar con la protección de héroes sobrenaturales o semidioses encarnó en la figura de los caudillos, quienes casi siempre se impusieron emotivamente a las masas, con la fuerza de su carácter telúrico". ¿Seguimos insatisfechos?