Toma de posiciones (Opinión)

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Escrito por:

Tulio Ramos Mancilla

Tulio Ramos Mancilla

Columna: Toma de Posiciones

e-mail: tramosmancilla@hotmail.com

Twitter: @TulioRamosM



No creo que exista una sola definición de la palabra democracia. No me parece que se trate necesariamente del gobierno del pueblo, aunque tampoco la veo como el gobierno de los políticos, más allá de que esta sea la posibilidad predominante. Puede ser sí un gran mecanismo jurídico-político de filtración de los intereses económicos imperantes.

Y no es que tenga nada en contra de los intereses económicos, por lo contrario; pero, para nadie es un secreto que uno de los grandes retos de nuestro tiempo como especie es lograr separar el reconocimiento de los derechos de la gente con los productos que se le venden a la gente.

En ese sentido, la democracia vendría a ser algo así como la posibilidad de elegir, sí, pero apenas el grado de permisión de los directores innombrados -¿innombrables?- de la economía en la vida de los que votan. Sin embargo, en este azaroso escenario, persiste la cuestión inicial: ¿qué es la democracia? Y, frente a esto, cabría decir lo que ya se ha dicho, o sea, que "es el mal menor", que, por "imperfecta que sea es preferible a cualquier dictadura", y claro, que "cada pueblo tiene el gobernante que se merece", etc.

Todas estas aproximaciones de sentido común no riñen con la realidad, ciertamente, pues parten de la sensación general del pueblo, que es el que tiene que ser gobernado.

Esto quiere decir que si aceptáramos la premisa de que la democracia es por fuerza una manifestación de la noción de justicia de la vida en sociedad, y esa democracia no funciona (porque no se materializa a través de ella el bien común, sino el bien particular), deberíamos poder concluir que la concepción de justicia que tiene esa hipotética sociedad es realmente muy pobre.

Pero, de ser así, al menos se habría podido identificar una causa profunda de la fácil proliferación de bandidos en el manejo de la cosa pública.

Lógicamente no hablo solo de la justicia de los tribunales. Me refiero sobre todo a la justicia entre las personas.

Es muy dable pensar que en una sociedad saturada de violencia, como la nuestra, la justicia se entienda en su acepción más cavernaria: ojo por ojo.

(Según datos recientes de Medicina Legal, la violencia cotidiana supera con creces a la del conflicto armado en Colombia, de lo que puede inferirse que la guerra está fundamentalmente en las calles y que no se está negociando sino una parte de su final en Cuba). Con una justicia así de inacabada vale preguntarse entonces qué clase de política es la que se hace en una democracia injusta.

La respuesta es consecuencial. Si cada sociedad define más o menos por sí misma lo que considera justicia, es muy posible que igual pase con lo que entiende por democracia.

Así, llamar "demócrata" a alguien por solo presentarse a unas elecciones, o incluso por ir a votar, puede ser técnicamente correcto; no obstante, cuando lo que se tiene es un método de disimulación de las imposiciones, y grandilocuentemente se le llama democracia, lo que se hace es una política injusta, es decir, el mal mayor en el largo plazo: perpetuación de la no juridicidad de las leyes y sus desarrollos que, directa o indirectamente, permiten que todo vuelva a empezar de nuevo. Una y otra vez.



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