Desde hace días vengo siguiendo por las redes sociales, así como por otros medios, la indignación que ha despertado en Santa Marta el llamado arboricidio. No es el único tema que divide a los samarios, ya que el estadio es otro de los temas candentes.
Me preocupa que asuntos que merecen ser tratados con toda la seriedad del caso, por razones políticas o de simple animadversión contra el mandatario de turno, no lo sean.
En el caso del arboricidio, traigo a colación una anécdota que sucedió en casa de un amigo. Éste tenía un árbol centenario en el jardín de su casa, el cual la ciudad le ordenó cortar. Una vez cortado, la ciudad estudió el suelo y le recomendó el árbol que tenía que sembrar. Algunas de las consideraciones fueron la distancia a que debía estar de la casa y que las raíces fueran profundas para que no comprometieran los cimientos y las tuberías de la casa.
La ciudad misma le donó el árbol y a cambio del que tenía donar un número determinado de árboles de una especie que la ciudad misma le pidió.
Basta visitar cualquiera de los parques naturales de otros países para darse cuenta el manejo que éstos dan a sus bosques. Algunos árboles son cortados por enfermedad o por viejos, o hacen quemas controladas para mantener la salud del ecosistema.Por la forma como se hacen las cosas en nuestro país, me asaltan serias dudas que la arborización de Santa Marta, aunque se haya hecho hace 40 años, cumple con los requerimientos que deben tener este tipo de iniciativas.
No sé a ciencia cierta cuáles hayan sido las razones por las cuales el distrito decidió cortar un sinnúmero de árboles en la ciudad. Considero que el distrito le debe una explicación a los samarios.
El no hacerlo deja espacio para la generación de malsanas controversias y para que se siga polarizando una ciudadanía que debería estar unida.
Otro tanto sucede con el estadio de Santa Marta. En una polémica que lleva ya mucho tiempo sin que se haya solventado en uno u otro sentido.
A mí me queda claro que el estadio Eduardo Santos debe ser demolido y que hay que construir uno nuevo. El sitio además debe ser determinado por un Plan de Ordenamiento Territorial (POT) conforme a criterios técnicos.
No me gusta lo que he escuchado hasta el momento porque se habla que el nuevo estadio sólo tendría capacidad para 20.000 personas. Santa Marta es una ciudad que debería tener un estadio con capacidad para por lo menos 40.000 personas.
Si la premura del tiempo por hacer un evento demanda que el estadio nuevo sólo tenga capacidad para 20.000, entonces debería ser pensado para poder ser ampliado a 40.000 o 60.000 personas en los próximos años.
Nuevamente, estamos frente a una administración que aunque podría estar en lo cierto en lo que hace, no busca que la sociedad entienda el razonamiento que le da soporte a sus actuaciones.
Es una administración que no busca construir consensos sino que parece disfrutar de las polarizaciones que genera.
En época electoral dicha administración pretende buscar la continuidad de lo que ha hecho hasta el momento; el problema radica en que nadie sabe que es lo que ha hecho hasta el momento, y la percepción generalizada es que ha hecho muy poco.
Si hay un proyecto ciudad a largo plazo, nadie lo conoce. Al final de esta administración nadie sabe si lo que hizo el mandatario durante su mandato era lo esperado en la implementación de la primera fase de ese gran proyecto ciudad, o simplemente le quedó grande el puesto.
Creo que la división y polarización de los samarios le hace daño a la ciudad y al final no gana nadie. Basta ya de tanta pelea.
La prensa y los medios deben tener un diálogo constructivo con el alcalde, y este último tiene que hacer un esfuerzo para construir consensos alrededor de sus iniciativas.
La forma más efectiva y eficiente para que Santa Marta no avance es estar divididos y mantenernos divididos. Ojalá logremos romper esta dinámica que se ha impuesto en las relaciones alcalde y ciertos medios de comunicación.