Confundidos guiando a confundidos…

Columnas de Opinión
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¿Qué es un dirigente político, religioso, comunitario, etc.? ¿Por qué los seres humanos comunes y corrientes empotran en sus vidas un dirigente? Generalmente cuando se sigue a alguien se hace porque estamos confundidos, somos infelices, consideramos que somos un fracaso, y así como nos sentimos, queremos que alguien nos auxilie, nos dé un impulso para escapar de nuestra adversidad. Pero cuando tenemos luz propia, cuando entendemos el asunto o cuestión, no anhelamos que se nos conduzca. Como podemos ver, al no tener claridad sobre algún factor o materia, escogemos un dirigente que también está confuso.

Eso es lo que está pasando en el mundo, y es algo infausto. Podrá parecer una fantasía decir esto, pero no lo es. Sin duda alguna, un hombre confuso puede acogerse tan sólo a un dirigente que está tan confuso como él. Y ¿Qué ocurre? Al estar confuso el dirigente, es natural que le arrastre a una mayor confusión, a una mayor hecatombe, a una mayor angustia.

Los seres humanos son conducidos al matadero porque rehúsan ver y eliminar la causa de sus propias confusiones. Y como no quieren verla, crean con su confusión a habilidosos y sagaces dirigentes que les explotan; porque el dirigente, al igual que ellos, busca su propia satisfacción. De esta manera, un grupo humano confundido se convierte en una necesidad para el dirigente y éste se convierte en una necesidad para tal grupo humano: es una utilización mutua.

¿Por qué el ser humano necesita dirigentes? Lo necesita porque no quiere comprender su propia confusión y quiere escapar de ella acudiendo a alguien, a un dirigente. Y únicamente lo hace cuando no trata de encontrar una respuesta, una salida a la confusión. La confusión conduce de por sí a la desdicha; por eso es necesario comprenderla. Y cuando se comprende, se disipa, sólo así el ser humano quedará libre como el viento, entonces amaría, no dependería psicológicamente de nadie, no seguiría a ninguno, no tendría dirigentes de ninguna clase; y sólo así surgiría la sociedad de la igualdad verdadera, sin clases ni castas.

Buscar un dirigente señala que no se quiere inquirir sobre la verdad. Tratar de hallar solución a alguna dificultad a través de opiniones, conceptos o ideas ajenas, aumenta la desdicha. Quien quiere un dirigente que le guíe, que le remolque, que le presione, que le haga acomodarse, ese, inevitablemente, ha firmado su destrucción, y se condena a mayores sufrimientos. Sin embargo, el ser humano se niega a ver esto y quiere dirigentes, lo cual acusa carencia de madurez.

Todo dirigente señala el deterioro social en que se encuentra la humanidad. ¿Acaso no han sido los dirigentes de toda idiosincrasia los que han destruido esta sociedad?

Los seres humanos se encuentran en el filo de una aterradora catástrofe descomponiéndose la humanidad ética y moralmente, precipitadamente; y conformarse con encontrar un dirigente, un nuevo Churchill, un Stalin más grande, un gobernante diferente, es extremadamente inútil, porque el ser humano que está confuso no puede elegir sino de acuerdo con lo ya establecido en su mente, o sea, su confusión.

Por lo tanto, de nada sirve buscar un dirigente político, religioso, bueno o malo. Lo que tiene que hacer cada ser humano es disipar su propia confusión; y la confusión sólo se elimina cuando él mismo se comprenda. Y sólo puede comprenderse cuando comience, a través de la observación psicológica de sí, a descubrir lo que él es en realidad y no lo que conjetura que es; en un ser humano así, advendrá la iluminación de la verdad. Sin ese conocimiento de su psicología íntima es imposible liberarse de la confusión; esta es como las olas que una y otra vez tocan sus pies.

Resulta muy importante para aquellos que son ciertamente serios y de estructura psíquica madura, el empezar a descubrirse por sí mismos y no buscar liberación ni escape, con buenas intenciones, de la confusión. En el momento en que comprenda la confusión, estará libre de ella.

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