Justicia transicional, con sanciones serias y sin impunidad

Columnas de Opinión
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Escrito por:

José Noriega

José Noriega

Columna: Opinión

e-mail: jmartinnoriega@hotmail.com



"Traigo en una mano la rama de olivo y en la otra un fusil, no permitan que deje caer la rama de olivo". (Yasser Arafat)
Durante los últimos días y gracias a que arreciaron los ataques por parte de la insurgencia que conversa animada y plácidamente en La Habana, se han presentado disimiles y contradictorias posiciones frente a la eventual firma de un acuerdo que sea el culmen de tanta barbarie social y podamos emprender la reconquista social y desarrollar mecanismos que nos lleven a un feliz término en lo que a algunos se les ha dado en llamar "postconflicto", algo que realmente no se sabe si será después de algo o, lo que es peor, desatar ese nudo gordiano en el que patinamos desde hace tantos años y no hemos sido capaces de definir, sobre todo ahora cuando los gurús de la sociedad civil y uno que otro post modernista social hablan de lo que eufemísticamente denominan "justicia transicional", que pareciera no ser otra cosa que abrir un toldillo de impunidad, bajo el absurdo pretexto de que para reconciliarnos es imperativo que unos disfruten de múltiples beneficios y otros se traguen su dolor y acepten cual bajeza jurídica, dizque para lograr sentarnos y abrazarnos fraternalmente bajo una sola causa.

Por un lado el presidente Santos propone una fórmula simétrica que cobije al Ejército y la guerrilla, desde donde se desprendan los mismos beneficios jurídicos tan pronto termine la negociación, y en una jugada maestra y preñada de astucia, el expresidente Gaviria ha desbordado la imaginación y propuesto ampliar esa fórmula a todos aquellos miembros de la sociedad civil, empresarios, políticos, todos aquellos que tienen cuentas pendientes con la justicia y considera él que es la oportunidad para hacer un borrón y cuenta nueva y naufraguemos en la amnesia social y olvidemos la vergonzosa historia, todo bajo la elucubración política de obtener una reconciliación, lo que no parece tener acogida en una inmensa mayoría de la población que todavía no termina de entender cómo es posible conversar con los líderes allá y recibir pólvora a borbotones de sus dirigidos aquí.

Las dificultades aquí radican en que toda la barbarie ha sido la cúspide violatoria de los derechos humanos por parte de la insurgencia y allí se dispersa la posibilidad de considerar esos actos como rebelión, sobre todo cuando las víctimas exigen y esperan que se sancione de manera ejemplar a los victimarios, al punto de aceptar, por ejemplo, que se impongan todo tipo de sanciones, sin que para ello sea imperativo la reclusión en centro carcelario y es aquí donde se obstruye la negociación, por cuanto no sería posible ver a los encopetados y arrogantes jefes guerrilleros disfrutando a sus anchas en centro de concentración alternativo en los cuales ellos sigan ostentando el poder, en el entendido que su ilusión, más que firmar la paz, es la de volver a la arena política y convertirse en paladines de la democracia, ya no con balas sino con votos, probablemente así puedan subvertir el orden institucional y diseñar una nueva Colombia que tan solo ha servido como disculpa para cometer desmanes sociales en contra de la población.

Se debe tener en cuenta que se requiere una sanción judicial a los victimarios, considerándolo como parte de un proceso de reparación integral sobre las miles de víctimas que hay dispersas por todos los rincones de la patria, inclusive sin perder de vista que las víctimas no sólo lo han sido como receptores de esa implacable violencia, sino que han sido sometidas a la violencia y al abandono social por parte de un Estado mezquino que le ha cercenado hasta las ilusiones a gran parte de sus asociados.

Por todo ello, es imperativo recordar que en un país como el nuestro, en donde la guerra fratricida ha dejado miles de muertos, desaparecidos, mutilados y millones de desplazados, se requiere de una justicia reparativa, conjuntamente con una sanción a los victimarios, aunado a un esclarecimiento total que devele una verdad sincera y que históricamente permita diseñar una política de reinserción social de las victimas en condiciones dignas y ello pudiera conseguirse cuando haya una verdadera intención de eliminar todas aquellas vertientes políticas y militares que persisten en continuar derivando beneficios para sus voraces apetitos personales; y como nadie espera que haya vencedores y vencidos sino que todos quepamos en el mismo costal, no puede darse impunidad, porque eso sería como restaurar los odios y propender que unos, las víctimas, busquen hacer justicia por su propia mano, habida cuenta que de esa manera seguiremos chapaleando el lodo de la injusticia social al que tanto ha contribuido un estado miserable que está endeudado socialmente y hasta el cuello con un pueblo que se cansó de tanta marrullería política y exige una nueva patria: quiera dios que así sea.