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Réplicas de identidad

Columnas de Opinión
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Como samario me pregunto qué sucede con nuestros elementos de identidad. Será, acaso, que una botella recubierta con pintura opaca y blanqueada en las aristas o un caballo parado sobre sus cuartos traseros con igual recubrimiento o formas variadas hechas con valvas y piedras marinas o barquitos de estilos brotados de la mente creativa de un niño, esculturas de formas inventadas talladas sobre piedra de laja son símbolos de nuestra identidad como samarios.

No se trata de comparaciones para subvaluarnos, pero en Cartagena, por ejemplo, los vendedores de recuerdos atosigan a los visitantes con estatuillas de la India Catalina, ceniceros con replicas del monumento a los zapatos viejos, entre otros.

En Valledupar encontramos replicas de acordeón, caja y guacharaca, en dimensiones que empiezan desde los cinco centímetros de altura, así mismo de las pilanderas, de la sirena de Hurtado, del Santo Eccehomo, del pedazo de acordeón, etc, etc.

En Santa Marta, en cambio, donde es muy extraño encontrar a un samario promoviendo o vendiendo "souvenires", vemos a peregrinos que se quedaron en el paraíso mágico que lo tiene todo obteniendo el sustento diario con la venta de replicas de cosas que nada tienen en común con esta tierra.

Es fastidioso decirle a otros que hagan lo que uno mismo no hace, pero alguien debería ocuparse, los artesanos de las manualidades, de producir replicas de diferentes tamaños de, por ejemplo: La Catedral, la iglesia de Mamatoco, La iglesia San Francisco, de El Morro, sí, de El Morro, del Nazareno "negro", de los bongos de Taganga, de las canoas ancestrales de Taganguilla, de la iglesia de Taganga, de los bohíos de los indígenas de la Sierra Nevada , y, por qué no, de ellos mismos en diferentes tareas, etc.

Dentro de este campo es necesario, y tarea de expertos y curiosos, considerar los demás elementos que nos identifican. Ya hemos empezado por darle categoría al cayeye, sigamos por esa linea.

Es una propuesta abierta y directa para iniciar la construcción y reconocimiento de una identidad de Santa Marta, aunque a estas alturas de la globalización a muchos les parezca absurdo.