La Colombia del Posacuerdo

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Sebastián Herrera Aranguren

Sebastián Herrera Aranguren

Columna: Opinión

e-mail: sherreraa@unal.edu.co



Al hacer un arduo esfuerzo imaginativo de pensarse una Colombia sin conflicto armado interno, o al menos sin la existencia de las insurgencias, surgen grandes interrogantes. Me identifico mucho más con la noción de 'posacuerdo', acuñada en alguna conferencia por el profesor Renán Vega Cantor, que intenta nombrar de forma mucho más realista, la etapa siguiente a la firma de los acuerdos de La Habana, que por supuesto, tampoco equivale a 'firmar la paz'.
El posconflicto está muy lejos de materializarse en este país, donde la guerra ha existido desde el inicio de la República y la polarización hace parte del mismo espíritu nacional. Las conspiraciones en contra de Bolívar, son fiel muestra de que la traición, la ambición de poder, el 'todo vale' hacen parte de la ética procedimental de la casta dirigente colombiana desde tiempos fundacionales. Este conflicto no ha durado 50 años, aunque así nos lo quieran mostrar. El nacimiento de las guerrillas comunistas está precedido por el ocaso de las guerrillas liberales, cuyo nacimiento está precedido a su vez por la existencia de una recia lucha entre liberales y conservadores, durante más de un siglo, a la que a su vez precede la disputa entre santanderistas y bolivarianos.
Borrar esa conciencia masiva sembrada entre los colombianos, donde se naturaliza y normaliza la violencia, al punto de aprender a convivir con ella, es una de las tareas más espinosas que tenemos. ¿Cómo cumplir exitosamente la tarea con una educación tan pobre, tan marginal, tan poco crítica? ¿A qué condiciones socioeconómicas se va a someter a los excombatientes cuando se integren a la tan anhelada vida civil? La opinión pública y el gobierno nacional hablan todos los días de esperar ver las muestras de paz de las Farc-EP, pero hace falta iniciar una veeduría ciudadana en todo el país para evaluar cuál es el país que la clase política y económica están preparando para el posacuerdo.
Como dato desalentador, el presupuesto nacional para el próximo año pasará de los 45 a los 40 billones de pesos en inversión social, según el Conpes. Es decir, un 11 % menos. Se supondría que en un país que se prepara para la paz y que ya no se necesita tan monstruosa inversión en pie de fuerza y temas bélicos, la inversión social debería aumentar como ítem dentro del total. No sabemos qué es lo que nos espera al final del túnel de la esperanza, ni la medida de su longitud. No es óptimo ser pesimista, pero tampoco ser infantilmente optimista. Ojear un poco las páginas de la historia colombiana sirve para comprobar que los anhelos de cambio han transitado caminos llenos de escollos: a veces se han quedado a mitad de la senda, otras veces ha tomado rumbos inesperados.
Se anhela una Colombia en paz, pero construirla es un reto de todos y un derecho inalienable. No se le puede entregar tal encomienda a terceros, a manos ajenas, a redentores terrenales o divinos. Corresponde a quienes hemos sido víctimas de esta guerra cruenta, preparar un terreno fértil para sembrar una paz estable y duradera. El primer paso es realizar un período de posacuerdo firme y con transformaciones diversas a lo largo de todo el territorio nacional. Si este período inicial no evidencia un cambio real en la forma de ser, vivir y pensar para la población colombiana, es una tarea imaginativa casi imposible la de fantasear con una Colombia en paz y sin conflicto.