Clásico de clásicos en América y el mundo

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Gustavo Hernández López

Gustavo Hernández López

Columna: Opinión

e-mail: gusherlo@hotmail.com



En la Argentina más que en ninguna otra parte del mundo, el fútbol es una verdadera pasión, comoquiera que se nace, se crece y se desarrolla la persona dentro de ese ambiente de fervor futbolístico.
Todo argentino es hincha de un equipo. Asiste y lo sigue a todos los estadios donde juega, lo acompaña física, moral y espiritualmente. Su vida, su mente y su alma en buena parte giran en torno de su onceno, que los hace vibrar, llorar, cantar y vitorear. Sus triunfos y derrotas, les originan alegrías y tristezas, según los resultados de los partidos.
La prueba que evidencia palmariamente, lo anteriormente comentado, es que el Sumo Pontífice Francisco I, es furibundo entusiasta de San Lorenzo de Almagro, socio del Club y porta con orgullo su carnet respectivo. Su plan dominguero, independientemente de sus deberes religiosos, cuando ejercía como Cardenal en Buenos Aires, era ir a la cancha especialmente la de Boedo, es decir su gramilla propia, a ver a sus jugadores de la camiseta rojinegra.
Desde el obrero hasta el magnate económico, pasando por los políticos, la jerarquía castrense, los periodistas y en general todos los profesionales y ciudadanos, son admiradores y seguidores de uno de los clubes, que participan en el campeonato profesional del fútbol argentino. Es ciertamente impresionante y único lo que sucede en ese aspecto entre los gauchos.
Por eso los hechos vergonzosos que acontecieron en La Bombonera, como se denomina el estadio de Boca, con ocasión del partido por la copa Libertadores entre riverplatenses y boquenses son algo absolutamente censurables. Sus mismos hinchas, directivos, jugadores y el director técnico han rechazado ese atentado contra los jugadores de River.
Fueron unos pocos no son más de siete los autores materiales, quienes coordinada y premeditadamente, echaron "el gas pimienta", pienso que sin imaginarse las consecuencias tan funestas para el club más popular de Argentina. Las imágenes quedaron grabadas con una cámara quieta sin camarógrafo, la cual esclareció como ejecutaron ese acto vandálico.
La Fiscalía ya tomó cartas en el asunto y la grabación muestra claramente los personajes que intervinieron. En consecuencia se espera que pronto se tomen las medidas judiciales pertinentes, con miras a que se siente un precedente de una vez por todas, a efecto de que haya para los autores directos y también los intelectuales, una sanción drástica y ejemplarizante.
La decisión que tomó la Conmebol denota un excesivo respeto por el club, casi un temor reverencial. Tan solo hubo una descalificación de la copa Libertadores, una pena pecuniaria de 200.000 dólares y cuatro partidos sin público. Ni siquiera una suspensión a La Bombonera. Como bien dice la prensa argentina: "la sacaron barata".
A pesar de las lesiones que produjo el gas tóxico y letal a varios jugadores de la banda roja, en esa desagradable y trágica noche, quedaron de hecho clasificados a cuartos de final, instancia que ya superaron y ahora esperan la reanudación de la copa para jugar las fases definitivas.
Sin embargo, en forma absurda y en una salida en falso el entrenador boquense Arruabarrena manifestó que: "los millonarios se favorecieron sin haber jugado el segundo tiempo, los partidos se definen en la cancha". "Se aprovecharon de una situación que no es deportiva".
Por culpa de unos tarados como suelen decir en Argentina, perjudicaron a Boca económicamente, afectaron su imagen tanto nacional como internacionalmente y se demostró que unos pocos pueden causar daño a muchos.
Genera tristeza que este choque futbolístico entre dos equipos estrellas del balompié argentino, no se hubiese podido terminar por los excesos bárbaros. Es conveniente recordar que en materia del espectáculo más popular del mundo, se dice que no se puede uno morir sin haber asistido a un clásico River Boca.
Esas barras bravas han causado en sus enfrentamientos muertos y heridos en los estadios y alrededor de ellos. Eso sucede en Buenos Aires y en Cafarnaúm. Mucha gente por ese factor de miedo no volvió a las canchas y prefieren ver las disputas futbolísticas en sus televisores, cómodamente instalados y gozando de buenos manjares y bebidas y con el mejor acompañamiento humano. Entre esos se encuentra este columnista.