Morir de sed

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Escrito por:

Hernando Pacific Gnecco

Hernando Pacific Gnecco

Columna: Coloquios y Apostillas

e-mail: hernando_pacific@hotmail.com



Suicida, por lo menos, irresponsable sin duda alguna y demente también, que muera de sed un país como Colombia, que se ahoga en agua. No es paradójico, sino el fruto de la insensatez de gobiernos ineptos, negligentes, complacientes y corruptos, de criminales destructores y una ciudadanía egoísta e insensible. Suena duro, pero es así.
El desértico Israel hoy goza de agua en abundancia, contrastando con las noticias que emanan de Colombia: contaminación; desplazamiento de poblaciones a las zonas andinas; cultivos ilícitos; destrucción de bosques y selvas; herbicidas tóxicos usados indiscriminadamente; derrames de petróleo producto de la demencia guerrillera; minería ilegal "invisible" para las autoridades; vías de comunicación antitécnicas que atraviesan y dañan ecosistemas frágiles; la ampliación de la frontera agrícola; abandono de parques naturales y páramos; agotamiento de nacederos y reservas de agua, y, próximamente, la utilización del fracking; todo parece salir de alguna desquiciada narración.
Cuando los primeros colonos judíos que procedían de Europa Central y Rusia se asentaron en Palestina hacia finales del siglo XIX e inicios del XX,entendieron que su supervivencia dependía primordialmente de un manejo responsable y cuidadoso de la escasa agua en semejante desierto. Diseñaron políticas de protección de tan escaso recurso, como el almacenamiento de aguas lluvias y el respeto por las escasas fuentes y corrientes en la región, que pronto se metieron en los genes de los pobladores. Aparecieron, entre otras, cultivos intensivos con técnicas de riego "gota a gota", extracción de aguas profundas, reúso y, posteriormente, desalinización del mar, beneficiando a los sectores que más la necesitan: hoy cuentan con seguridad hídrica. Israel es líder mundial en recuperación de aguas con más de un 85%,para uso agrícola e industrial, mientras que España, su inmediato seguidor, sólo llega a un escaso 12%. Desde 2004, Israel ha invertido cerca de $1300 millones de dólares que llevan agua potable al 80% de la población, de unos 8 millones de habitantes. No obstante lo anterior, ese país estuvo muy cerca de un desastroso desabastecimiento de agua hace unos 6 años; pero la rápida reacción del Organismo de Recursos Hídricos, reabasteció de ingentes cantidades de agua a su país. Naturalmente, no es agua barata, pues esas técnicas de "producción" de agua son costosas, pero a cambio existen directrices gubernamentales orientadas a reducir la demanda pero también a incrementar el suministro. La clave estuvo en las plantas desalinizadoras y el control del consumo, con cuotas definidas para agricultores e industriales, y redistribución del recurso, subsidios y tasas al consumidor, con castigos monetarios al despilfarro, además de reinversión en infraestructura con los excedentes. Esto, sin contar como París o Londres construyeron seguridad hídrica a partir del Sena y el Támesis.
Mientras eso está sucediendo en un país con insuficiencia crónica de agua, Colombia hace todo lo posible por liquidar sus feraces fuentes hídricas. Y, con la indiferencia de todos, algunas poblaciones mueren de sed en medio de la abundancia acuífera. El panorama se muestra apocalíptico: según el Ideam, para 2050 el 60% de nuestros páramos serán recuerdos en viejas fotografías. El río Magdalena, otrora fuente hídrica principal y arteria económica, hoy es una gigantesca cloaca. Desaparecerán los ecosistemas de alta montaña; en Bogotá, con su acelerado crecimiento, se avecina escasez de agua. Y en la Guajira, con la Sierra Nevada a sus pies y el mar Caribe rodeándola, la gente y los animales literalmente mueren de sed. Igual sucede en el Arauca.
¿Qué hacen nuestras autoridades? Muy poco, al parecer: quizás operen más las iniciativas individuales o de organizaciones defensoras del medio ambiente que las agencias estatales. No basta con campañas "educativas" en un país cuya incultura es proverbial; tampoco, las limpiezas esporádicas de algunas fuentes o cuerpos de agua. Hay que ir muchísimo más lejos, y para ello se requiere voluntad férrea de los gobiernos: empezando por políticas ambientales serias, legislación ambiental acorde con nuestra realidad, capacitación y control a los principales contaminadores, educación desde la primaria (siempre la educación…), control al uso de plaguicidas, reciclaje de envases "desechables", etc., pero sobre todo, presencia y ejercicio transparente y efectivo de la autoridad.
Desde el año pasado, los expertos prevén fuertes sequías en la Costa Atlántica. El fenómeno del niño amenaza con particular rigor. ¿Estamos preparados?



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