Lisboa y el Fado

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Gustavo Hernández López

Gustavo Hernández López

Columna: Opinión

e-mail: gusherlo@hotmail.com



En Colombia se están presentando los mejores intérpretes que existen en la actualidad del Fado. Vale la pena verlos y escucharlos, más aún para aquellos que han estado en la tierra lusitana. En el caso mío me produce nostalgia verdadera, puesto que tuve la ocasión de vivir un buen tiempo en esa bella y pintoresca nación.

Casi todo el mundo identifica el Fado con Portugal. Evidentemente es una música que es característica de ese país pero tiene que ver principalmente con su capital, pues es allí donde se concentra, se palpa, se vive y se interpreta. En los barrios altos de Lisboa, esto es en Alfama y Moureira, cuando el ocaso de la tarde nos indica el entorno nocturno, se empiezan a entonar las melodías que reflejan las realidades propias de ese puerto portugués.

Su fondo musical, indudablemente es lúgubre, melancólico, nostálgico, es de tristeza profunda de "saudade como dicen los portugueses. Pero una noche de Fado en Lisboa se recuerda perennemente. Semejante a un paseo nocturno de tango en Buenos Aires. Entre otras cosas son cantos parecidos, dado que los dos son arrabaleros, fatalistas, con sentido de frustración. Tienen además en común el ambiente portuario.

Tanto el tango como el Fado se vinculan con la gente humilde, con su pueblo y por ello son expresiones musicales del alma. El tango es más expresivo, es bailable, despierta entusiasmo y el Fado por el contrario es más íntimo, introvertido y no se danza.

El Fado significa destino proviene del latín Fatum. Es para oírlo. Su letra deja translucir lo que le sucede a un lisboeta, en su aspecto familiar, de amor, de vivencias humanas, de aventuras de pescadores, en fin su vida es plasmada en el Fado. Por eso mismo a los oriundos de Lisboa les llega a lo más hondo de su corazón.

Conquistó a los lisboetas a partir del siglo XVIII, y se incrustó en el centro de la ciudad. En un principio las canciones hacían referencia al Imperio perdido, a la patria como ellos la imaginan, al guerrero que perdió la gloria. Eran las historias de sus antepasados, de Lisboa de su conciencia cicatrizada. Cristaliza en el canto a sus más grandes poetas Camoens y Pessoa. Se asoció en un momento dado con la dictadura de Oliveira por la oscuridad, el entristecimiento y el temor que ella demostraba.

Al referirnos a este tema mal haríamos y seríamos injustos si no mencionáramos a Amalia Rodríguez, la más auténtica y su mejor ejecutante. Reconocida internacional-mente. Se entregaba ensimismada en el escenario y para ella el Fado era su vida. Sus presentaciones sin duda eran maravillosas.

Hubo en Colombia un excelente amigo, Carlos Augusto Noriega, político destacado por su brillante oratoria, con quien a menudo nos reuníamos para escuchar Fado, en compañía de Dartagñan, el columnista en su momento más leído del periódico El Tiempo.

Los dos se nos adelantaron en el camino a la eternidad. Tenía el Tigrillo, la colección más completa de Fados. Todos los de Amalia Rodríguez y era por cierto un conocedor en propiedad de todo lo concerniente con el Fado.

Evocamos sus nombres con verdadera añoranza, por cuanto tuve la fortuna de departir muchas horas con ellos, en las cuales al calor de unas copas, tertuliábamos y repasábamos la historia de Colombia y pasábamos por ende ratos inolvidables.

Es el Fado musicalmente hablando algo sui generis, porque obedece y representa en la forma más realista, los hechos históricos, lo que acontece en una población al lado del mar y las angustias y problemas de los seres humanos.

Al ponerle atención a sus canciones nos damos cuenta de que los lisboetas son románticos, soñadores y sentimentales.