León por liebre (Opinión)

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



Siempre me he maravillado de como uno de los columnistas más leídos del país ha logrado mantenerse vigente a pesar de llevar escribiendo las mismas cuatro o cinco columnas por más de treinta años.

Más allá de sus obsesiones, porque el hombre las tiene, su éxito no solo es atribuible a su envidiable habilidad para tejer prosa sino principalmente a que los mismos problemas de hace treinta años aún están vigentes.

Vivimos atrapados en un tiempo circular, en donde los avances solo son aparentes; solo cambia la escenografía, los actores, pero estamos ante la misma obra de teatro.

Como nos gusta decir, todo cambia para que nada cambie. Cualquiera pensaría que nuestros problemas son indestructibles y eternos.

Una de estas puestas en escena que se repite cada vez que hay elecciones es la de los avales de los partidos políticos a los candidatos.

Sin excepción, presenciamos la metida de león por liebre, o por lo menos eso es lo que nos dicen desde el Olimpo en donde reside la moral, la honestidad y la verdad.

Allá en ese frio Olimpo, sede del gélido y desalmado centralismo, es donde se llevan a cabo las rasgadas de vestiduras de los sumos sacerdotes, cuando no las expulsiones del paraíso.

La cosa se pone peor, pero no porque los moradores del Olimpo sean mejores, porque muchos de ellos también son polémicos en más de un sentido, sino porque tienen mucha de razón.

La idea de los avales nació torcida, ya que la feria de avales solo podía ser un reflejo de las costumbres políticas predominantes en el país. Equivalía a darle un millón de dólares a un adicto a las drogas para que hiciera obras de caridad.

El millón fue gastado en bazuco.

Los dueños de las franquicias de los partidos reparten avales como si fuera una piñata; es decir, sin coherencia ideológica ni programática sino como perros que bailan al son de la plata sin importar de donde venga.

Casi todos los partidos, por no decir todos, han incurrido en esta falta, pero en la Costa Caribe, ha sido notorio desde hace mucho rato el que la franquicia de Cambio Radical de avales más que cuestionables.

Parece que se les volvió costumbre. Lo de Cambio es solo un nombre, y lo de radical, ni hablemos de eso.

La defensa que esgrimen muchos candidatos cuando se ven en el ojo del huracán, de que nadie me está investigando ni me ha probado nexos con delincuentes, es bizantina.

Las dos cosas son posibles gracias a la complicidad y la ineficiencia de la justicia.

En la vida privada y pública se debe alegar honestidad por acción y no por la omisión de otros o falta de pruebas. ¿Qué defensa es esta?

No me gusta este sistema de avales de partidos porque ha secuestrado la política y ha creado unas élites que se han apoderado de la vida política del país.

Solo entran aquellos que los dueños de las franquicias quieren, y generalmente son aquellos que hacen llover ríos de plata, dan burocracia y permiten el ejercicio pleno de la corruptela.

Me gustaba más el sistema en que cualquier ciudadano podía inscribirse para ser elegido. Criterios administrativos impulsaron el cambio hasta imponer el sistema de avales.

Todo esto para que la Registraduría pudiera ser más eficiente y eficaz en el manejo de la mecánica electoral, sin importar que se haya restringido de manera grave la participación ciudadana en lo político. Hoy tenemos una democracia cerrada, excluyente y menos participativa.

Así las cosas, a los dueños de las franquicias máster no les van a alcanzar las vestiduras porque tendrán que rasgarse muchas cada vez que sospechen gato, y además de poco o nada sirve que renuncien o se lancen del Colpatria en caída libre, ya que inmediatamente son reemplazados por otros más flexibles.

Nada va a cambiar si no cambian los partidos políticos y mientras estos sigan siendo una suma deshilvanada de intereses personalistas con la vocación de poder equivocada.

No es que me haya vuelto cínico, pero tal vez en las sucesivas elecciones de los próximos veinticinco años, como el admirado maestro al que hice mención al inicio, desempolvaré esta columna en época electoral, actualizaré un par de datos y volveré a publicarla. Ojalá me equivoque.