Para pensar en educación

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Andrés Londoño Botero

Andrés Londoño Botero

Columna: Bitácora del primer y cuarto cuadrante

e-mail: a.londono134@uniandes.edu.co



La profesión de docente en Colombia no cuenta con el mismo prestigio que en países como Suecia. Su imagen hace que los mejores estudiantes no sueñen con transferir su conocimiento en un aula de clase. Sin duda, hay que darle un giro de 180 grados al modelo educativo en el país, para lograrlo es necesario romper algunos esquemas arcaicos que existen.

Primero, los principales responsables de exigir calidad son los padres. En nuestro país, suele usarse a la escuela como albergue temporal de niños mientras sus padres van a trabajar. Además, los problemas de oferta de cupos en la educación pública, dificulta la oportunidad de elegir la institución de mayor calidad.

El problema de los cupos se podría solucionar cambiando el segundo esquema, financiar la demanda (a los alumnos) en vez de la oferta (colegios). De esta manera, los colegios serían quienes buscan a los estudiantes y no al revés.

Las instituciones educativas tendrían que mejorar la calidad de sus programas para ser atractivos para los padres, y sólo recibirán dinero si las personas se interesan en los cupos que ofrecen. Este esquema podría llegar a ser más poderoso que las evaluaciones a los docentes, pues las decisiones individuales de los padres se encargarían de reconocer la calidad de los educadores.

En Colombia ya existe un caso similar al que propongo; los colegios en concesión. Estos colegios han logrado mejorar la calidad de lo enseñado en las aulas, y a un costo menor: un estudiante en un colegio del distrito cuesta $3,7 millones, mientras que en un colegio en concesión vale $1.9 millones. Siete de los 10 mejores colegios públicos de Bogotá son de concesión. Sin embargo, Fecode se ha opuesto a ellos.

El tercer esquema que toca romper, es acabar con los monopolios que inhiben la competencia. Un sindicato, como Fecode, es igual de nocivo a un monopolio como el de Claro. Al igual que un monopolio, este sindicato no tiene competencia, y de hecho la combate.

Al no tener competencia, puede elegir la calidad que le plazca, pues no hay otra opción que pueda ofrecer una mejor alternativa. Al final del día, los monopolios interceden por sus intereses, sin tener en cuenta los de los usuarios. Es por esto que los maestros exigían mayor salario sin ser evaluados.

Además, se han opuesto a cualquier forma de competencia que pueda ofrecer una educación de mayor calidad, como los colegios en concesión y el programa de Ser Pilo Paga, que les permite a los mejores estudiantes de estratos bajos estudiar en la universidad de sus sueños en Colombia. La decisión individual de estos estudiantes evidenció la mala hora por la que atraviesa la educación pública, pues la mayoría optó por una institución privada.

Si todos los estudiantes del país tuvieran el poder de elegir la calidad de educación que quieren, y no la que les plazca a los maestros, las brechas entre la educación privada y pública serían menores.