El salario mínimo

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Escrito por:

Alberto Carvajalino Slaghekke

Alberto Carvajalino Slaghekke

Columna: El Arpa y la Sombra

e-mail: alberto.carvajalino@gmail.com



La negociación del salario mínimo en Colombia es de los hechos más extraños que se puedan presenciar. Veamos el escenario: a un lado de la mesa, los sindicatos, que representan a la población asalariada afiliada a las centrales obreras.

Al otro lado, los empresarios y el gobierno. Los primeros representan simbólicamente a la mayoría de ciudadanos del país, ya que su logro en la negociación determinará la calidad de vida de millones de colombianos.

Los segundos se sientan en esa misma mesa con sus modelos financieros de última generación que les permiten cuantificar el impacto que los incrementos discutidos tienen sobre sus rentabilidades. Se inicia la negociación y las partes fijan sus expectativas y he aquí, que como si se tratase de un bien económico extraño, la gran demanda por un precio más alto del salario mínimo, provoca exactamente el efecto contrario. Es como si en el mundo la gran demanda por petróleo provocase la baja en su precio, contradiciendo las leyes de oferta y demanda.

El nuevo nivel del salario mínimo resulta siendo fijado por el lado de la mesa que representa a un menor número de ciudadanos de la democracia colombiana. El precio del salario mínimo termina siendo fijado de manera muy parecida a como se fija el precio en un mercado monopolista. Es antes que un hecho económico un hecho de poder. Para el 2011 el nuevo salario mínimo legal en Colombia fue fijado en la cifra de $ 532.500, observe que no se emplea la palabra acordado. No tiene sentido plantear si es una suma adecuada para planear y proyectar una vida digna y tranquila de cara al futuro, ya que sencillamente no lo es, aún si el anuncio del presidente Santos, de un aumento del 4% llegase a concretarse.

La fijación del salario mínimo representa claramente la confrontación de intereses en el marco de la democracia. La historia de los años recientes nos ha enseñado cómo la demanda por un salario más adecuado a las condiciones económicas del país resultan inequitativas e impiden y explican en gran medida los niveles de exclusión social. Por ello, es interesante entender algunos aspectos incidentales en torno al salario mínimo, por ejemplo: ¿Cuál es realmente el papel económico del salario mínimo?, ¿Cuál es la razón de tan mezquino incremento? De acuerdo con el Dane, el desempleo en diciembre pasado fue del 10,8% y la informalidad, es decir, actividades económicas que pagan salarios por debajo del mínimo, ronda el 60%. Si a eso le sumamos los casi tres millones de desplazados, estamos ante un escenario cuyo nivel de demanda efectiva es precario. Si el consumo es débil, debido a los bajos salarios, las empresas no tendrán alicientes de producir más de lo que hoy producen y por tanto no tiene sentido contratar mano de obra adicional. Así las cosas, el primer efecto del salario mínimo es su impacto sobre el consumo y por extensión sobre el empleo.

Si la gente compra, la producción debe crecer y eso significa que industria, agro y el sector de servicios deben crecer y ello va de la mano con más empleo. Lo que aparenta ser un incremento en los costos en el cortísimo plazo, no lo es en el mediano y largo plazo, por el contrario, resulta ser el elemento que posibilita el aumento de producción y por tanto de ganancias para productores ya que se facilitaría la aparición de economías de escala. ¿Cabría preguntarse si siendo ese uno de los efectos potenciales al estimular el consumo, porque se restringe colocando límites tan bajos al salario e impidiendo dicho efecto? El argumento del control a la inflación resulta ser una explicación más destinada a los miedos de la sociedad, que a la realidad. Una inflación en niveles de un digito no indica que la economía se encuentre en una ruta cierta de desarrollo económico y social, indica a lo sumo, un escenario de estabilidad y por tanto de predictibilidad a la inversión. Hemos visto cómo en los últimos ocho años se dieron todas las prerrogativas en esa vía a la inversión y el desempleo no disminuyó de manera importante. El incremento de la inflación no afecta necesariamente la predictibilidad, por el contrario al aumentar los niveles de consumo, es la economía como un todo quien crece de manera más equitativa e incluyente.

La razón que explica la inflexibilidad en el salario mínimo estaría dada por la incapacidad de sectores e industrias de responder en el corto plazo por sus problemas de competitividad, tanto a nivel de mercado interno como externo, en donde al proyectar un aumento de costos, sin aumentos substanciales en la producción y ventas, se provocaría un aumento más que proporcional de los precios generando inestabilidad e incertidumbre en los mercados, confirmando así los serios problemas de competitividad de la economía. Ahora bien, si a lo anterior agregamos un elemento más prosaico pero no menos influyente, como que los representantes de los gremios en la mesa de concertación representan entre otros a gerentes, que en plazos de uno año deben responder a sus accionistas por las rentabilidad a su inversión, so pena de poner en riesgo su estabilidad laboral, queda planteada entonces una negociación feroz.

En la cual, sindicatos cada vez más débiles y menos representativos, por efecto del aumento en el uso de las nuevas modalidades de contratación de la mano de obra, como es el uso de cooperativas y el de los contratos a término fijo, utilizadas por los que se sientan al otro lado de la mesa, sin olvidar el tremendo impacto que la informalidad y el desempleo provocan en una siempre tendencia a la baja del nivel del salario mínimo, les impide a los sindicatos, en el campo de la realidad intentar hacer demostraciones de poder efectivas, languideciendo su rol y limitándolas a quejumbrosas expresiones de rechazo sin incidencia real alguna. Esa realidad responde el segundo interrogante. La solución hay que buscarla en la consolidación de grandes acuerdos nacionales que permitan productividad y competitividad reales e incluyentes, soportadas en la liberación que otorga a la sociedad la educación pertinente para el logro de esas metas.