Metido en el diluvio

Columnas de Opinión
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Estuve al frente de la reconstrucción de Pereira después del terremoto de 1999. "Los caminos de Dios son inescrutables" dicen los musulmanes y lo creo. No alcanzo a explicarme por qué después de años decidí por esos días irme de temporada a mi tierra natal. Recién desempacado me cogió la catástrofe en casa de mis padres y quedé metido de pies y manos en aquella vivencia extraordinaria. El daño en la región fue enorme el sufrimiento humano estaba a flor de piel. Eran tiempos especiales para la historia de mi gente.

Las etapas críticas de emergencia y reconstrucción duraron dos años con sus noches sin tregua porque las tragedias no dan tregua ni reconocen dominicales. En el desastre el tiempo pasa sin métrica y sin termómetro. Se trabaja a todas horas haga frío o calor día o noche.

De aquello que viví se podría escribir in extenso. El acontecimiento como experiencia fue apasionante y prolijo en enseñanzas. Lo aruño para sacar dos o tres observaciones pensando en el mar de lluvias y la avalancha de tierra y escombros que se dejó venir encima del país en estas semanas. Claro que el terremoto comparado con esto fue "lagaña de mico" pero de todas maneras las catástrofes tienen caracteres que son de la misma familia.

El momento que se vive hoy es de solidaridad y no de pugnas o críticas ya lo dije en el escrito anterior. Así que tomo las cosas con espíritu amable y constructivo.

Oí decir por la radio que no había más remedio que esperar a que pasaran los aguaceros porque mientras llueve no se tienen datos definitivos del problema. Se informó además que Jorge Londoño estará al frente de la reconstrucción. Administrará en medio del naufragio "a mano alzada" sumas nunca antes conocidas en proyecto alguno del país. Magnífica elección. Entiendo que se incorpora a sus tareas en marzo. Su reto es descomunal.

Aquello de esperar a que escampe y la demora hasta marzo para la incorporación de la cabeza de la reconstrucción debe sopesarse. Al menos para Santos no son válidas esas salvedades. Ni puede esperar a que escampe ni a que llegue el gerente. Sus funciones de capitán en el naufragio empezaron desde el primer aguacero y van sin derecho a descanso hasta el último día de su gobierno.

La agenda del Presidente cambió de cabo a rabo y que se olvide de las liviandades del poder y hasta de sus ideas preconcebidas sobre el desarrollo del país. Este es otro país cincuenta años más atrasado del que recibió hace tres meses. Nadie le va a ayudar mayor cosa en la "comunidad internacional" que trastabilla en su propio naufragio y sus responsabilidades son indelegables.

El mandatario no lo ha captado por lo que alguien del común como yo observa. Esperaba que el Presidente estuviera metido en el diluvio con el agua al cuello desde hace semanas y no lo veo en esas. Al parecer sus pausas son propias de su temperamento de tahúr -lo anoto con respeto-.

Es indispensable que el Presidente se ponga las botas y se meta al barro a conocer las penurias que padecen sus compatriotas. Solo así tendrá la autoridad moral y el conocimiento necesarios para liderar el proceso más trascendente de la historia del país en decenios. El más duro para la gente y el más complejo, pero el que más oportunidades haya ofrecido jamás de cambiar a Colombia.

El proceso exige claridad sobre la filosofía del Estado. Concepciones precisas sobre el alcance y equilibrio de las instituciones de centro y periferia, la disposición de la población en el territorio, la cuestión ambiental, el diseño de la infraestructura, la sostenibilidad económica y social de comunidades y familias y la estructura del fisco.

A Jorge Londoño no se le puede entregar el manejo de un "paraestado" provisional sino que debe encajar en la idea que se va a desarrollar sobre otro país que debe renacer de las aguas para que esto no sea caos y corrupción. Haití. Tal es la magnitud del desafío político y de la avalancha de recursos humanos y monetarios en juego en estos momentos acechados de políticos en trance electoral.

Comento a las carreras… Mientras se piensan organizan y ponen en marcha los planes de reconstrucción no puede olvidarse que la tarea humanitaria de salvamento de población es la más urgente y delicada. Si se deja al desgaire oleadas de damnificados caerán en el hueco del desconcierto el desdén y hasta el desquiciamiento. Hambre sed enfermedades desarraigo y el abismo del futuro sin futuro derrumbarían a esas gentes para convertirlas en hordas que depredan y piden limosna por siempre.

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