¿Qué es colombianidad?

Editorial
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Después de superar las fuertes contradicciones que existieron entre Colombia y Venezuela, los presidentes Santos y Chávez han iniciado una nueva fase de relaciones bilaterales que de acuerdo con los uribistas ortodoxos, ésta no servirá para que en el futuro las relaciones sean estables y duraderas, ya que no se han venido tocando abiertamente en los medios de comunicaciones algunos temas claves, relacionados con la Seguridad Democrática y el respaldo estratégico que el Presidente venezolano le ha venido dando a miembros específicos de las Farc. Los uribistas argumentan que a estas relaciones le falta mucho del temple colombiano, dado que se adolece de la verraquera que hace de la colombianidad un instrumento para la acción e invocan el espíritu de la nacionalidad desde diferentes matices, para rectificar estas relaciones que ellos ven pegadas con babas. Frente a estas intenciones, ¿qué es ser colombiano?

Para explicar las bases que generan la identidad de una nación Carlos Fuentes recurre a Isaiah Berlin, quien determinó que la nación se constituye a partir de las heridas que ha sufrido por sí misma y por el mundo, es decir, por la conquista, la colonia, la independencia, revoluciones e imperialismos. En el mismo texto, ello es complementado con las afirmaciones de Ernest Gellmer, quien considera a la cultura y a sus expresiones, como lo esencial en la construcción de la fortaleza de una nación.

La nación es fuerte si encarna la cultura. Es débil si sólo encarna la ideología. ¿Hasta donde ser colombiano es más cultura que ideología? Colombia es el resumen de lo que es la América Latina. Es un país andino, que contiene grandes zonas de pampas y llanos, es amazónica, con selvas inexploradas, diversos pisos térmicos, con territorios de fronteras que limitan con el océano Pacífico y el mar Caribe, ocupadas por poblaciones que socialmente han venido creando identidades sobre la dinámica que le brinda su entorno y que las determinan en su comportamiento cotidiano, en su ethos. Eso nos lleva a pensar en la existencia de grupos regionales o culturas regionales o identidades regionales. Estas identidades subnacionales han demostrado tener su vitalidad y que se trasladan hasta sus ciudades más representativas. En sus cursos de antropología de desarrollo en la Universidad de Los Andes, el profesor Roberto Pineda Giraldo explicaba que ser colombiano y el colombianismo, eran meras intenciones nacionales en la segunda mitad del siglo XX. Intenciones que se plasmaban en la unificación nacional a nivel de lo político, económico (un solo modelo de desarrollo, moneda común, mercado integrado, un solo sistema fiscal y arancelario), religioso y cultural. La gran pregunta que se hacía en sus clases, giraba en torno de que patrón finalmente prevalecería o se impondría. La formación sociocultural costeña; o, por el contrario se impondría el andino, o el antioqueño. Para no hablar de otras formaciones socioculturales que tiene nuestro país llamado Colombia.

El idioma oficial, la Constitución Política, las elecciones, la moneda, el mercado, el sistema tributario, el sistema arancelario, el escudo, la bandera, el himno nacional, los partidos políticos, las batallas por la independencia y sus héroes, el presidente, el Congreso, las Altas Cortes, las inversiones públicas en grandes proyectos (infraestructuras para el desarrollo económico), la militarización interior y de la frontera, la redistribución regional de los puestos públicos y hasta la democratización de la corrupción, hacen parte de esta estrategia.

El ser colombiano, se ha cimentado sobre una base preferentemente ideológica, que se recuerda en las plazas públicas cuando se le rinde homenaje a las gestas de la independencia y a sus héroes, en donde lo colombiano se presenta sin tener en cuenta la dimensión social y las distancias existentes entre los pobres y ricos al interior de la nación. Como lo afirman César Arismendi, Wilder Guerra y Justo Pérez en la revista Nordeste de la Fundación Realizar, la construcción del ciudadano colombiano, conceptualmente uniforme para una sociedad heterogénea nos ha dañado, nos han retrasado y nos ha impedido aprovechar las experiencias y la sabiduría de las culturas alternativas en el mundo campesino, indígena, en lo urbano y en la frontera.

Eso nos ha llevado a desaprovechar la creatividad, reconocer y dimensionar con tolerancia a los vecinos (venezolanos) concebida como una ética y tal vez en una estética que se rompe en nuestro afán desaforado de legitimidad situacional, precisamente la que buscaba en su momento el ex presidente Uribe al hacer colombianismo y no colombianidad en sus permanentes discursos de contestación mediática al presidente Chavez.