La mediación papal

Editorial
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El papel crucial que desempeñó el papa Francisco en el acercamiento entre Cuba y Estados Unidos indica que el primer pontífice latinoamericano de la historia no tiene reparos en poner a la Santa Sede en el frente diplomático, en especial por una causa que ha promovido desde hace mucho tiempo.

Hace unos meses, el papa Francisco le escribió al presidente Barack Obama y al mandatario cubano Raúl Castro, invitándolos a resolver sus diferencias en torno a cuestiones humanitarias, incluida la de los prisioneros.

Además, la Santa Sede recibió a una delegación estadounidense y a una cubana en octubre y ofreció sus buenos oficios para favorecer un diálogo constructivo sobre temas delicados, del que han surgido soluciones satisfactorias para ambas partes.

En su anuncio, Obama se refirió al pontífice en dos ocasiones y le agradeció su participación, al tiempo que dijo que su ejemplo moral nos muestra la importancia de buscar el mundo como debería ser, en lugar de simplemente conformarnos con el mundo como es.


De hecho, el papa Francisco ha mostrado estar dispuesto a utilizar su popularidad y autoridad moral para hacer lo impensable en pro de una buena causa.

En junio pasado invitó al presidente israelí y a su homólogo palestino para un día de oraciones por la paz en el Vaticano, y antes de eso accedió a las solicitudes para ayudar a facilitar las conversaciones entre el gobierno venezolano y sus opositores.

Ese tipo de intervenciones por parte de la Santa Sede hacen recordar el papado de San Juan Pablo II, al que se le acredita haber ayudado a derribar el comunismo en su natal Polonia a través del respaldo que dio al movimiento Solidaridad.

En 1978, Juan Pablo II también mandó un enviado para ayudar a Argentina y a Chile a alcanzar una solución negociada en torno a una disputa territorial. Ambos países habían estado a punto de entrar en guerra por el Canal de Beagle y sus islas.

En el pontificado del papa emérito Benedicto XVI, el Vaticano mantuvo una labor diplomática discreta, pero durante su visita a Cuba en 2012, enfatizó claramente la posición que la Santa Sede había sostenido desde hace mucho tiempo: que consideraba que el embargo estadounidense era injusto y sólo afectaba a los más vulnerables de la isla.

El principal diplomático de Francisco es su secretario de Estado, el cardenal Pietro Parolin, que hasta el año pasado se desempeñaba como Nuncio Apostólico en Caracas. Dada su experiencia en el Caribe, se cree que el papel de Parolin en el acercamiento entre Estados Unidos y Cuba fue crucial para alcanzar el acuerdo.

Un alto funcionario del Vaticano se había reunido con ambas partes para ayudar a llevar las negociaciones a una conclusión exitosa con un pontífice que le preocupan los efectos del alejamiento entre Estados Unidos y Cuba, dada su posición como clérigo prominente en Latinoamérica.

Con frecuencia, el papa Francisco hace énfasis en la necesidad de que haya un intercambio cultural y diálogo entre ambos, y para ratificar los anterior, Francisco y Obama hablaron sobre Cuba cuando se reunieron el 27 de marzo en el Vaticano.

Es típico del hombre tener el valor para intervenir personalmente, intentando contribuir a hacer algo concreto, como lo vimos hacer con la cumbre de oración de Oriente Medio, sin tener miedo a correr el riesgo. Que Dios lo siga iluminando.