Los baches para la democracia en Venezuela

Editorial
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Tomarse por asalto la sede de la Asamblea Nacional para instalar una directiva servil, es la más reciente y no la última de las arbitrariedades del régimen chavista que encabeza Nicolás Maduro.

Las dictaduras prefieren las formas externas antes que lo medular. Por eso, en este caso, la de suya cree que le basta privar de instalaciones a los diputados opositores para funcionar, mientras estos lo hacen en un asediado diario caraqueño para reelegir a Juan Guaidó como presidente de la corporación legislativa.
Maduro y su camarilla estaban convencidos qué si impedían la sesión formal del Congreso, les bastaría con elegir un titular títere para mostrar derrotados a quienes los adversan. El hecho no va a traer consigo en lo inmediato la caída del gobierno madurista, pero mantiene en píe la voz de millones de venezolanos que claman por el fin de esta larga noche oscura, y a los cuales representa Guaidó, respaldado en la actualidad con el reconocimiento de sus aliados.
La comunidad internacional debe continuar ejerciendo presión sobre Caracas, apoyando en esta lucha por la libertad y la democracia al sufrido pueblo de la hermana Venezuela.
Ante estos justificados rechazos, es posible suponer que la jugada de Maduro ha acrecentado su aislamiento del resto del mundo, y la suposición se tornaría en certeza si los aproximadamente 60 países que reconocen a Guaidó como presidente en funciones siguieran una actitud similar a la del Grupo de Lima, y a ella se sumaran otros Gobiernos democráticos. Esperamos que así sea. Sin embargo, y por desgracia, más aislamiento diplomático no será suficiente para lograr el retorno a la democracia.
Hasta ahora, el régimen ha logrado comprar tiempo en el poder mediante la manipulación y el control institucional, la corrupción en los altos mandos militares y gubernamentales, el uso desproporcionado de la fuerza, la administración de la miseria como instrumento de dominio, la modificación de su política monetaria y la venta de petróleo a países como China y la India, y de oro contrabandeado en el mercado internacional.
El golpe parlamentario, sin duda, ha expuesto con inusual crudeza la naturaleza de la dictadura, pero al crear más confusión también la puede beneficiar. Por esto, es necesario ir más allá de las condenas verbales —siempre necesarias— y rechazar las medidas que permitan a Maduro comprar más tiempo. Se impone adoptar acciones más drásticas que, en el marco del derecho internacional y la institucionalidad del Sistema Interamericano, hagan pagar al régimen al más alto precio posible por una arbitrariedad dictatorial que, además, ha creado una tragedia humanitaria que amenaza la seguridad de sus vecinos. Lo contrario sería catastrófico para Venezuela y el resto del hemisferio.


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