Ajedrez político

Editorial
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El peronista Alberto Fernández, que asumió la Presidencia argentina con un Parlamento donde tendrá mayoría propia en el Senado pero no en la Cámara de Diputados, estará obligado a buscar consensos en el legislativo y mantener una buena relación con los siempre poderosos gobernadores de provincias.

Las elecciones del pasado 27 de octubre no sólo determinaron quién comandará la Casa Rosada por los próximos cuatro años sino que además redefinieron el balance de fuerzas en el Congreso y el mapa de los gobiernos provinciales.

Ningún frente político contará con mayoría simple en la Cámara de Diputados, integrada por un total de 257 bancas, y tendrá aún más dificultades para lograr las mayorías especiales, dos tercios de los diputados, que se requieren para el debate de ciertas leyes; con todo, en la Cámara Baja el espacio más numeroso es el Frente de Todos, que responde a Alberto Fernández, y que cuenta con un total de 120 diputados provenientes de diversas corrientes del peronismo más tradicional y del kirchnerismo.

Por fuera del Frente de Todos, hay otros dos bloques que podrían eventualmente darle apoyo al Gobierno de Fernández: Unidad Federal para el Desarrollo, con ocho diputados, y Federal, con diez; en tanto, Juntos por el Cambio, la coalición que responde al saliente presidente Mauricio Macri, es la segunda minoría, con un total de 116 diputados, aunque divididos en tres grandes bloques: Propuesta Republicana (Pro, el partido que lidera Macri), la Unión Cívica Radical (UCR) y la Coalición Cívica.

En este escenario, cobrarán relevancia figuras como la del líder del Frente Renovador, Setgio Massa, uno de los principales aliados de Fernández en el armado del Frente de Todos y que es el nuevo presidente de la Cámara Baja, tercero en la línea de sucesión presidencial en caso de acefalía, por detrás de la vicepresidenta del país, Cristina Fernández, y de la presidenta provisional del Senado, Claudia Ledesma Abdala de Zamora, esposa del gobernador de Santiago del Estero, otro de los aliados de Fernández.

El ya diputado Máximo Kirchner, el hijo mayor de los expresidentes Néstor Kirchner (2003-2007) y Cristina Fernández (2007-2015), también se perfila como una de las figuras del nuevo Congreso, donde comandará el bloque oficialista.

El Senado argentino, que está presidido por la vicepresidenta Cristina Fernández, está integrado por 72 bancas y en él se logra la mayoría simple con 37 escaños. Allí el Frente de Todos reúne a 39 senadores, siempre y cuando mantenga en el tiempo la unidad, dado que ese espacio está integrado por varios sectores: el kirchnerista Frente para la Victoria-PJ, el Bloque Justicialista y otras siete fuerzas provinciales que también responden a gobernadores peronistas. Otros cinco senadores peronistas integran bloques separados por fuera del Frente de Todos y también responden a gobernadores que eventualmente podrían apoyar las políticas de Fernández.

Dado que tanto en el Senado como en la Cámara de Diputados muchos parlamentarios responden a los gobernadores de sus provincias, Fernández deberá mantener buenas relaciones con los mandatarios provinciales. De hecho, durante la campaña, Fernández prometió que su gobierno tendrá una fuerte impronta federal, dándole voz a los intereses de las provincias.

Por lo menos durante la campaña, Fernández mostró una vocación hacia el verdadero federalismo en Argentina y prometió reuniones permanentes con los gobernadores. Vamos a ver cómo lleva eso a la práctica porque no es sencillo. Argentina es un país muy grande y no es fácil gobernar con 24 gobernadores, muchos de ellos con intereses contrapuestos.

Fernández cuenta de partida con el apoyo explícito de trece gobernadores y ha tendido puentes con otros seis, en su mayoría peronistas, que podrían ser aliados eventuales. Solo cuatro distritos están bajo el mando de líderes políticos que integran la alianza Juntos por el Cambio (las provincias de Jujuy, Mendoza y Corrientes y la ciudad de Buenos Aires, Pero aunque en principio Fernández cuenta con más adherentes que opositores entre los gobernadores, éstos no querrán quedar como subordinados automáticos del Ejecutivo nacional.

Los gobernadores peronistas gozaron de una relación muy buena con el Gobierno de Macri y si hay algo a lo que no quieren volver es al destrato que sufrieron en la época de Cristina. Están contentos porque hay un peronista presidente, pero quieren mantener el mismo trato y seguir consolidando la autonomía ganada en los últimos cuatro años.