El crudo de Oriente Medio

Editorial
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Convencido de que Estados Unidos debió llevarse hace años el petróleo de Irak, el presidente Donald Trump se ha propuesto hacer lo mismo con el crudo de Siria, una idea que podría suponer un crimen de guerra pero que ha ayudado al Pentágono a convencerle de no retirar todas las tropas de ese país.

La ocurrencia tiene pocas perspectivas de convertirse en un plan realizable, pero Trump no para de repetirla desde que su Gobierno desplazó este fin de semana a unos 200 soldados estadounidenses al noreste de Siria para evitar que los terroristas del Estado Islámico, arrebaten los campos petrolíferos a las milicias kurdas.

Trump garantizo que se quedaran con el petróleo, tras pronosticar que ese negocio generará ingresos de 45 millones de dólares al mes. La obsesión de Trump con tomar el petróleo en Oriente Medio se remonta a 2011, cuando lamentó que su predecesor, Barack Obama, hubiera ordenado una retirada de las tropas estadounidenses de Irak sin llevarse el petróleo ya que antes, cuando había una guerra, el botín era para el vencedor. Entrabas, ganabas la guerra y te lo llevabas, es la filosofía de Trump.

Esa fijación le acompañó hasta la Casa Blanca: un día después de asumir el poder, Trump dijo en un discurso ante la CIA que quizá habría otra oportunidad de corregir el error de sus predecesores y pronto encargó a su primer secretario de Estado, Rex Tillerson, que estudiara esa posibilidad. El que fuera jefe de la petrolera ExxonMobil no tardó en llegar a una conclusión ya que es ilegal que una compañía estadounidense tome y explote esos recursos. Ese análisis significó poco para Trump, que insistió en que debería poder llevarse al menos un poco del crudo en Siria ya que lo que pretende hacer Trump quizá, es llegar a un trato con ExxonMobil o una de las grandes compañías para que entren allí y hagan las cosas bien.

Los expertos consultados no saben por dónde empezar para desmontar el argumento de Trump: primero, es improbable que las empresas estadounidenses estén interesadas en explotar una infraestructura dañada por la guerra y de producción moderada como la siria; y aún si lo estuvieran, deberían negociarlo con Damasco, además porque consideran que el petróleo pertenece a los sirios.

Sin esa negociación, una explotación estadounidense del petróleo sirio sería un robo, una expoliación de los recursos estatales prohibida por las convenciones de Ginebra, consideran los expertos.

También sería un crimen de guerra según el estatuto de la Corte Penal Internacional, porque la toma del petróleo no estaría derivada de las necesidades del conflicto.
Para complicar más el panorama, Estados Unidos ni siquiera ha declarado la guerra al Gobierno sirio, sino que entró en el país para combatir al Estado Islámico, por lo que las propiedades sirias no pueden interpretarse como enemigas bajo las leyes militares.

Trump no parece preocupado por esos tecnicismos, pero su Gobierno sí está al tanto y por eso ha evitado repetir sus fantasías de un emporio petrolero estadounidense en Siria.
Para el Pentágono, sin embargo, el interés de Trump por el petróleo ha sido útil para reducir el impacto de la repentina orden de retirar a las tropas estadounidenses del norte de Siria que dio el presidente este mes, justo antes de la ofensiva turca en la zona.

Tras enseñarle un mapa de los yacimientos petrolíferos en la región, los asesores militares convencieron al mandatario de volver a llevar algunas tropas al norte de Siria y mantener un control aéreo del área, según el diario The Washington Post y esto fue como darle a un bebé su medicina mezclada con yogur o salsa de manzana.