Ayer se celebró el Día Internacional de la Juventud, por lo que vale la pena hacer una reflexión sobre los jóvenes como motor de la sociedad. Somos un país que se está envejeciendo y las últimas cifras del DANE así parecen demostrarlo.
El aumento de la calidad de vida, una mejor cobertura en servicios de salud, servicios públicos, educación, entre otros, inciden en el hecho de los seres humanos duren más. Esto es positivo, pues demuestra que como país hemos ido evolucionando en estos aspectos y debemos continuar trabajando para que todos lleguemos a una vejez tranquila y feliz.
Los datos nos muestran que el 25,9 por ciento de la población colombiana está entre los 15 y los 29 años, o sea, es joven. En ese sentido, vale la pena destacar que el departamento del Magdalena se encuentra incluso por encima del promedio nacional, con 26,38 por ciento y La Guajira con el 27,9 por ciento. Esto es importante y debe ser tenido en cuenta por quienes aspiran a alcaldías, gobernaciones y corporaciones locales en la próxima contienda electoral.
Es fundamental que se profundice en la educación técnica, tecnológica y superior que se presta a través de entidades como el Sena y los mecanismos que se pueden tener en materia de articulación con la educación media en los colegios. Hoy nos encontramos en un mundo y un país distinto al de hace décadas. Las demandas del sector productivo no son las de antes, y se están necesitando menos abogados o médicos y más técnicos y tecnólogos que aporten en sectores como el de las industrias creativas, por ejemplo, ahora que hay tanto impulso a la economía naranja. Se requiere más inversión en emprendimiento e innovación para los jóvenes. Estamos formando gente para que salga a peregrinar con hojas de vida y no a potenciales empresarios, independientes con capacidad de generar empleo.
La política de juventud debe fortalecerse si queremos mejorar los índices de productividad y de ingreso, pero además tenemos el deber de entregar a la sociedad jóvenes preparados, con criterios y herramientas suficientes para enfrentar la vida. Algo además nos dice que podríamos estar fallando en las competencias socioemocionales de nuestros niños y jóvenes. Por eso es necesario mencionar la importancia de la integralidad en la formación juvenil y la felicidad es un aspecto cardinal en esto. Ojalá escuchemos propuestas programáticas para los niños y jóvenes que integren más parques, más bibliotecas, más arte, más música, más cine, más deporte, más emprendimiento, más criterio, más educación de calidad.
La pirámide ha empezado a invertirse y debemos prestar atención. Comienza a haber menos niños y jóvenes en la base y más viejos en la cima. Eso no sólo representa riesgos en la capacidad productiva sino en un relevo generacional que difícilmente podría sostener un sistema pensional cada vez más demandante. En el marco del Día Internacional de la Juventud, es una buena oportunidad para pensar en nuestros jóvenes y decirles con ánimo que cuentan con nosotros.