De la euforia a la preocupación

Editorial
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El optimismo sobre la economía de Brasil se ha desinflado en los últimos meses bajo la Presidencia de Jair Bolsonaro y sus anímicos indicadores han vuelto a despertar el fantasma de la recesión en el mayor país de Suramérica.
La actividad económica de Brasil cerró en negativo durante el primer trimestre del año, según anticipó el Banco Central con un indicador considerado como una “previa del PIB”, lo que ha intensificado temores sobre la ralentización de la economía.

El resultado refleja el mal desempeño de diversos sectores durante los tres primeros meses del año: los servicios acumularon una bajada de un 1,7 %, mientras que la industria sufrió una dura caída del 2,2 % como consecuencia del desastre en la mina de Brumadinho. El problema es que no hay inversión, el desempleo continúa elevado -con más de 13 millones de parados- y hay una caída de la renta por cápita. Todo eso tiene que ver con las expectativas sobre el futuro de la economía.

Las expectativas sobre la retomada del vuelo de la economía brasileña se han diluido, en un compás de espera ante la aprobación de diversas reformas propuestas por el Gobierno, principalmente la que endurece las reglas de acceso al sistema de jubilaciones.

El banco Itaú, la mayor entidad financiera privada de Brasil, cortó drásticamente la previsión de crecimiento del PIB para este año y la situó en el 1 %, por debajo de la media del 1,45 % prevista por el mercado financiero, que esta semana realizó su undécima revisión a la baja.

Quienes toman las decisiones están esperando las reformas que más allá de ser un simple estímulo del crecimiento por la confianza, es, un gatillo para el crecimiento por medio del estímulo monetario.

El Gobierno brasileño también ajustó sus previsiones y la víspera el Ministro de Economía, Paulo Guedes, rebajó del 2,2 % al 1,5 % su proyección de crecimiento para 2019 tras admitir en una comparecencia ante el Congreso que la economía se encuentra en el “fondo del pozo”.

Los indicadores muestran los rastros aún vigentes de la severa crisis que acechó Brasil entre 2015 y 2016, cuando el PIB perdió cerca de siete puntos porcentuales en una de sus peores recesiones en décadas. El Producto Interior Bruto avanzó un 1,1 % en 2017 y otro 1,1 % en 2018, pero el crecimiento no fue suficiente para compensar el descalabro sufrido en los dos años precedentes, lo que, según Considera, puede hacer pensar en un quinquenio perdido.

El Gobierno del presidente Bolsonaro ha supeditado la retomada del crecimiento a la aprobación de la reforma del sistema de pensiones y jubilaciones, pero el proyecto de ley avanza a pasos lentos en el Congreso brasileño; por ello, el principal arquitecto de la reforma, mandó un mensaje de alerta a los legisladores y advirtió al Congreso que está sobre sus espaldas la responsabilidad de alejar a Brasil del borde del abismo fiscal.

En ese sentido, se planteó la posibilidad de que Brasil entre en recesión técnica si no se aprueba la agenda de reformas, aunque confía en que la medida saldrá adelante siempre y cuando no hayan más confusiones políticas como las vividas en los primeros tres meses de Gobierno.