La prisión de Temer agita la crisis

Editorial
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El arresto del expresidente brasileño Michel Temer por sospechas de corrupción enturbia el clima político, agita una creciente crisis jurídica y puede obstaculizar el trámite de proyectos fundamentales para el Gobierno de Jair Bolsonaro.

Aunque era esperada desde el pasado 1 de enero, cuando le entregó el poder a Bolsonaro y perdió el fuero que impedía que respondiera ante los tribunales por diversas acusaciones, la prisión de Temer este jueves reavivó una crisis de múltiples aristas que hace ya cinco años sacude al país, con serios impactos en lo económico.

La irrupción en marzo de 2014 de la operación Lava Jato contra la corrupción, que ahora ha llegado a Temer, desarboló a los partidos tradicionales y dio alas al ultraderechista Bolsonaro, quien ganó el año pasado los comicios presentándose como candidato “antisistema”.

La crisis política desatada por esa operación se ha reactivado en momentos en que Bolsonaro intenta construir una base parlamentaria sólida para impulsar impopulares proyectos, entre los que figura una reforma del régimen de jubilaciones que endurecerá el acceso a ese beneficio y es similar a una que Temer intentó promover sin éxito.

Ese nuevo sistema de jubilaciones enfrenta resistencias hasta en el Partido Social Liberal (PSL), que sirvió de plataforma electoral a Bolsonaro y que, a pesar de ser la primera minoría en la Cámara de Diputados, sólo cuenta con 54 de los 513 escaños.

En el mercado financiero, esa reforma es considerada la única forma de acabar con un crónico déficit fiscal y las consecuencias políticas que pueda acarrear la prisión de Temer repercutieron en forma negativa en la bolsa de Sao Paulo, que perdió la víspera un 1,34 % y este viernes caía cerca del 2 % a media sesión.

El proyecto apenas está comenzando a tramitar en el Parlamento, pero en medios políticos se teme que el arresto de Temer, quien aún conserva influencia en partidos de centro y derecha, complique más el clima y genere presiones que se mezclen con lo judicial.

La detención de Temer también coincide con discordias entre los responsables de la operación Lava Jato y la Corte Suprema, que ha decidido que, en los casos de corrupción en los que haya también delitos de financiación ilegal de campañas, la competencia no será de la Justicia penal, como ha sido hasta ahora.

Según el Supremo, en esas situaciones deberá primar la Justicia electoral, que en el ámbito jurídico es considerada más blanda y tiende a aplicar más sanciones pecuniarias que penales.
En la Cámara baja y en el Senado hay parlamentarios que están en la mira de la Lava Jato y algunos reclamaron que Temer sea detenido por un asunto que pudiera implicar financiación ilegal de campañas, pese a que eso fue negado por el juez que ordenó su arresto.

El senador Renan Calheiros, adversario de Temer e investigado por la Lava Jato, fue uno de los que alzó la voz y dijo que el Supremo “es la ley” y “la institucionalidad”, dando a entender que, a su juicio, el expresidente debe responder ante la Justicia electoral.

En medio de ese turbio panorama político-judicial, Bolsonaro se verá obligado a proseguir su esfuerzo para consolidar su base en el Parlamento, así como deberá reforzar la propia imagen del Gobierno, que ha comenzado a menguar a pesar de que aún no cumple tres meses.

Según una encuesta divulgada esta semana por la firma Ibope, la confianza en el Gobierno ha caído 15 puntos porcentuales desde que Bolsonaro llegó al poder y se sitúa hoy en un 34 %, frente al 49 % de enero pasado.

Aunque también perdió puntos, la imagen personal de Bolsonaro tuvo un índice de aprobación del 51 %, frente al 57 % de enero pasado, y según muchos analistas esa puede ser la base para que el presidente intente recuperar apoyos en medio de la ya prolongada borrasca política que afecta a Brasil.